viernes, 30 de agosto de 2013

Hermano

 Nos conocimos en el año nuevo 2005-2006. Yo estaba abrazada con mi en ese entonces enamoradito, Javier. La gente y yo pensábamos en qué fiestecilla delincuencial escabullirnos, un lugar caleta donde no reconozcan nuestros púberes rostros y no nos pidan DNI. En Carabayllo todo es posible, yo lo sé, éramos como siete puntas y de todas maneras entrábamos por ahí. Te vi paradito, indeciso, mirando a todos lados y diciendo que tú no le entrabas. Te admiré toda la noche, el único que no quiso entrar y que no quiso hacer la gauchada que nosotros hicimos, entrando sin pagar y casi de infiltrados. Te admiré y te admiro, hermano. 

 Pasaron muchos meses para volverte a ver. Esta vez venías del cole, estabas con tu uniforme guinda del Raúl Porras, tenías los zapatos enterrados y la cara sudada. No me viste creo, porque te pasaste de frente y me dejaste con la mano alzada, en posición de saludo. No recuerdo más, no me acuerdo si te vi otra vez. Recuerdo que nos agregamos al Hi5, que hablábamos casi siempre y te contaba mis cosas. Gracias a ti y a Choco pude saber que Javier iba a terminar conmigo, porque quería regresar con su novia de casi tres años. A ti te lloré por cámara web, a ti y a choco, porque pensé que me bromeaban pero no: recibí el mail de "rompimiento" dos días después de que ustedes me advirtieron. De haberte tomado en cuenta, le hubiera terminado antes, más cojuda. Qué cosas, Javier y yo somos patas hasta ahorita, después de que me pidió perdón como seis años después. Ah, mira, otra cosa que prueba la grandeza de mi corazón, como me dijiste un día.

 Pasó un poco más de tiempo, era 2007. Te conté que estaba mejor, que había conocido en el Icpna a Alex, que estaba feliz y que quería que tú fueras mi pareja de promoción porque llevarlo a él iba a ser "como que muy obvio". Te mataste de risa y me dijiste que no, que tu enamorada se iba a enojar. Habías empezado una relación con Karla, justo un mes después de que yo la empezara con Alex. Me alegré en el alma de que estuvieras feliz y quise ir a verte. No pude. Me dijiste que normal, que ya habría tiempo para todo, y yo seguí con mi vida estudiantil hasta terminar el colegio. No tuve fiesta de promo, nunca fuiste mi chambelán churro del que mis amigas hubieran sentido envidia. Como era chibola y era estúpida les mentí a todas las chicas del salón, les dije que tenía un hermano mayor, que no vivía conmigo pero que era bien chévere y que siempre me cuidaba y todo. Eso eras para mí, el hermano mayor que -biológicamente- nunca tuve. Y pa' remate, ni mayor que yo eres, porque te llevo tres meses y quince días. 

 Empezamos a vernos más seguido, cuando ya la adolescencia abandonaba nuestros cuerpos y mentes. Me contaste cosas que así nomás la gente normal no se cuenta. Vi en tus mirada perdida una realidad que no conocía hasta el momento. La calle, el rencor, la necesidad de salir de ese hoyo negro que a veces nos toca de vida, las cosas rápidas y el maldito billete. No entendía mucho de qué hablabas porque yo no pasaba por lo que tú, pero intenté en todo momento comprender (porque comprender no es entender, ambos sabemos eso). Te di mi punto de vista, te hablé y te aconsejé lo que pude aquella vez en la casa viendo la peli de Daddy Yankee, hablando de drogas, plata y más plata. Negro, siempre fuimos muy jóvenes para sufrir, cada uno por su lado, cada uno con sus vainas.

 Por mi vida pasaron algunas vainas más, no sé si te conté. Te desapareciste como medio año, y yo ya no tenía mucho tiempo para ir a visitarte a Carabayllo. Se acabó el cole, empezó el trabajo. Muy de vez en cuando sabía algo de ti, y eso era porque la gente me dateaba, porque tú ni entrabas al chat. Pasaron los años y un buen día que decidí ir a verte, conocí a tu hermana menor y al instante la adopté como hermana mía. Tu mamá me trató siempre como una hija; tus primos, como prima. Alex terminó conmigo una vez, pensando que lo engañaba contigo; Karla me trataba mal pensando que tú querías algo conmigo. Luego Alex volvió conmigo, terminó, volvió, terminó. Míranos ahora, Gius, siete años después, tú sigues con Karla, tengo una hermosa sobrina, tengo una hermana cabezona a la que adoro y somos más familia que nunca. Soy una Astupiña más.


 Para mi hermano, que no sólo lo es por una estúpida promesa de amistad adolescente. Te quiero madafaka.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Mi matrimonio

 Estaba más nerviosa que cuy en tómbola. Mi madre y hermana me calmaban, me decían que todo estaba bien, que mi futuro marido ya llegaba, que no me ponga mal. Estaba con mi vestido, sentada en un mueble bonito, mirando por la rendija de la puerta a toda la gente que, sentada, esperaba por mi triunfal entrada y el tan ansiado "puede besar a la novia". Pero algo estaba mal: me faltaba el novio.

 Recibí una llamada, no sé quién era pero me dijo que estaba viniendo y que no me ponga triste. Me dijo que me tenía una sorpresa, que no venía solo. No entendí y seguí mirando por la rendija con lágrimas en los ojos, pensando que mis invitados se irían y nunca llegaría a casarme, hasta que entró un chico por la puerta de atrás, me dijo: "amor, llegué" y un niñito corrió a abrazarme. "Mami, te amo" me dijo y yo me puse a llorar pensando "¿qué carajos, en qué momento tuve un hijo tan bello?". El amoroso muchacho me abrazó y besó mientras me decía que mi vestido era precioso y que seríamos muy felices juntos. Miré a mi mamá con cara de sorpresa y me paré, corrí a la cocina y llamé a Maribel, le pregunté si ella recordaba a algún novio mío, que no sabía con quién mierda me estaba casando y ella me dijo que era una huevona, que él y yo teníamos varios años juntos. Le pregunté si el niño era mi hijo y ella me dijo "muy graciosa, Fio, apúrate que va a llover, cásate de una vez que ahorita nos vamos todos".

 Volví un poco desconcertada a la sala y mil y una veces intenté mirar el rostro de mi novio, pero no podía, siempre volteaba o me esquivaba la mirada. Nunca supe quién fue. Mi hijo tenía los ojos de mi papá, medios verdes, medios raros. Me dijo que me amaba a mí y a su hermanito, y me tocó la panza. "No puede ser que me esté casando en bola, qué roche carajo" me dije a mí misma mientras que novio e hijo salían a recibirme en frente de todos. Esperé un poco, salí, el padre me dijo todo lo que dicen los padres, me casé y cuando volteé, mi novio y mi hijo se habían ido, mis invitados no estaban, no existía embarazo alguno y mi vestido era más parecido al de la novia cadáver. Y me desperté llorando como cojuda.

martes, 27 de agosto de 2013

¿TREEEEEES?

 Eso me preguntaron cuando dije que mi sueño era tener tres hijitos, tres. Luego me empezaron a joder sobre los nombres y me pidieron encarecidamente que no les ponga Hilario, Sara y Lerner/ bombón, burbuja y bellota/ Ed, Edd y Eddy/ Harry, Ron y Hermione/ Burro, Fiona y Shrek/ y demás nombres cojudos y graciosos como para tres. Nunca tanto tampoco, serán Gokú, Bulma y Vegeta. Ok, no.

 Desde hace varios meses he estado experimentando en mi ser cierto deseo extraño por ser madre. El año pasado me invadió cierta curiosidad acerca de cómo sería yo cuando me toque serlo, escribí este post y no me queda la menor duda de que así será. Y aunque sé que es muy pronto, porque debo terminar mil cosas y lograr mil más, mi único deseo es tener un niño, y si la vida me lo permite, tener dos más. Que sean rockeros como yo y que nunca les falte nada. Enseñarles cosas buenas, formarlos para que sean niños de bien, cocinarles sus comidas favoritas, sacarlos al cine, a pasear, a jugar. Comprarles juguetes, regalarles los juguetes que yo tengo guardados, darles todo el amor que tengo guardado y reservado sólo para ellos, y darles todo el amor que normalmente le doy a todos los bebés que conozco y sacan mi lado más tierno y estúpido.

  Por otro lado, no sé si estoy envejeciendo o todos a mi alrededor están adelantándose al apocalipsis zombie y están fornicando sin tregua para tener muchos hijos antes de los treinta. No sé. Cada vez tengo menos tonos cumpleañeros y más baby showers. Y siempre sale el tema en varias oportunidades, donde no me canso de decir "sí, tres". Y viene la cara de asombro por parte de la embarazada, "qué sabes tú lo que son las náuseas", "qué sabes tú lo que es la epidural". O sea yo no sé nada. Pero se aprende pues, a mi mamá no le explicaron, no le metieron terror para que no tenga hijos. Por favor, embarazadas y amigas madres varias, basta. Igual quiero tener mis hijitos. Así me duela todo lo que ya sé que duele. Así se me antoje yogurt con caigua rellena y plátano con ketchup. Es mi sueño, no me lo destruyan así.

 Por ahora sólo tengo que estudiar, terminar mi nueva carrera y cumplir mi meta más grande de todos los tiempos. Sinceramente me siento un poco atrasada con todo, porque tengo veintitrés y perdí mucho tiempo desde que salí del colegio para estudiar, pero no importa, todo pasa por algo y ahora sí me dedicaré a terminar todo lo que empecé para poder empezar a hacer lo que ustedes: hijos.

lunes, 26 de agosto de 2013

¡Tengo pinky friends!

 Ok. Sé que en una entrada anterior dije que no quería tener amiguis porque no quería distraerme y eso, pero fallé. Mi alma amiguera salió a pasear y ahora, después de una presentación en el curso de relaciones públicas, todos somos patas en el salón. Ok, menos unos cuantos, pero la gran mayoría al menos ya se habla, se bromea y uno que otro se va por la ruta. Es que así funcionan las cosas, a menos que seas bien tímido(a) o antisocial/emo. 

 El primer día de clases, el sábado pasado, fue gracioso ver cómo uno a uno entraba al salón, se sentaba lo más alejado posible del otro, miraba a todos lados y no decía palabra alguna. Me incluyo. No sé qué sentirían los demás, pero yo sentí mucho miedo, un miedo de no saber qué decir, no saber a quién hablarle o no saber cómo actuar. La profesora llegó, se presentó y nos hizo presentarnos a cada uno. Me di cuenta de que no era la única que había pasado de estudiar una carrera a estudiar ésta, que habían ex estudiantes de contabilidad, de cocina, de administración, de negocios, de marketing, de ingeniería. Me sentí identificada de inmediato, pero no dije nada, seguí forever alone sin hablar con nadie. 

 El lunes no entendí qué hacía ahí. Me había dado una alergia asesina y todo me daba vueltas. Sólo recuerdo que la profesora habló desde las 6:50 hasta las 11 y no sé si hubo break. No hablaba aún con nadie, tenía dos chicos en las computadoras de mi costado y sólo le hice un comentario a uno de ellos: "¡Me estoy muriendo!" y él se río. La profesora dejó una tarea, por fin se hicieron las once de la noche y pude irme a mi casa. Lo único bueno es que vivo a cinco cuadras y llego rapidísimo, si no, qué flojera salir a esa hora.

 El martes fue un día bastante divertido, ese día tocó Relaciones Públicas. El profesor se mostró buenísima onda y nos hizo presentarnos cada uno al frente, nos hacía unas cuantas preguntas y podíamos explayarnos contando una que otra cosa graciosa del pasado. Fue la muerte escuchar las historias de cada uno, lo que habían sufrido al elegir la carrera, lo mucho que habían deseado estudiarla y una que otra anécdota chistosa. Me maté de risa con cada historia, se mataron de risa con la mía (¬¬) y empezamos la clase. Estuvo bastante entretenida, me gustó mucho. Entablé conversación con un chico que estaba en el asiento de atrás, una chica de adelante y como el profe nos soltó a las nueve, de pronto en la puerta ya éramos Stephany, Inés, Bill, Pierre y yo, y nos estábamos yendo a comer bembos.

 En bembos hicimos el escándalo de la vida, nos matábamos de risa de todo, era como si nos conociéramos de tiempo y apenas había pasado media hora. Inés nos contó que la cicatriz que tiene en la frente se la hizo porque le cayó un pedazo de techo en la cabeza (o algo así) y que, como era reciente, tenía todavía los puntos y Pierre lanzó un comentario como: "aaaah, eso era, yo pensé que te gustaba Harry Potter", lo que ocacionó que, luego de partirnos de risa, la llamemos Potter durante toda la semana. Pierre contaba que en el cole bailaba mucho axe bahía pero de ahí cuando llegó el reaggaetón, todo cambió a ♪quiere chuculún, toma toma chuculún♪, por lo que su chapa es chucu (porque el viernes nos dijo que "chuculún" sonaba muy maleado, y de hecho lo es). Stephany me deletreó mal su nombre al momento de agregarnos al WhatsApp, por lo que ahora yo la llamo ESTAPANI. Bill no tiene chapa porque su cara es dificil de descifrar y le ponemos una cada cinco minutos y yo, bueno, a mí me dicen "rara". A pesar de que en ese salón, y en esta carrera, TODOS, absolutamente todos, somos más raros que Lady Gaga.


Aquí estamos todos. 

martes, 20 de agosto de 2013

Empezar de cero

*Antes de leer la entrada, imaginen por un segundo que estoy así de feliz, bailando como Monica Geller*


OK, BASTA. 

 El sábado fue mi primer día de clases. Esto me remonta exactamente al 2011, cuando escribí la primera entrada de mi blog ante una situación similar. Un día como hoy, hace dos años, les contaba sobre mi primera semana en clases. Cómo cambia la vida, acabo de leer esa entrada después de tiempo, y me doy cuenta de lo chibola que era y lo ingenua sobretodo, porque hasta hablo bien de cierto... digamos... hombre, XD.

 Me di cuenta rápido, menos mal, que la administración no era lo mío. Que, en realidad, jamás me gustó. Me atrajo un poco al principio, como muchas cosas en la vida que te pueden parecer en cierto punto interesantes, pero de nada vale seguir en algo que no te hace feliz. Así funcionan las cosas, supongo, ¿no?. Tomar la decisión no fue difícil para mí, porque estudiar comunicaciones era lo único que siempre quise, y de hecho el único afectado aquí es mi bolsillo, pero no importa, sólo quiero hacer lo que siempre he querido hacer, y hacerlo bien. Ya voy dos clases y me encanta. Periodismo, redacción, medios y realidad nacional. La gente de mi salón aún no es mi amigui, pero al menos no me aburro. Seré toda una chancona, lo sé. 

 No les voy a mentir, mi objetivo es que me den la beca por excelencia. Más que por el tema del dinero (un ahorro extremadamente significativo) Es una meta que me he propuesto desde que decidí matricularme, y voy a hacer hasta lo imposible por conseguirlo. Así nadie me quiera y todos me odien por chinchosa, preguntona y esas cosas. No he venido a buscar amigos, no quiero distraerme. Obviamente lo que acabo de escribir es mentira porque siempre uno termina haciendo amistades en todos lados, y está bien, pero esto definitivamente es lo mío y quiero ser la mejor. 

 Por ahora sólo nos han dejado un par de tareas sencillas y leer un libro para un examen que habrá el 31. Mis horarios no son los más bonitos, los sábado estudio prácticamente todo el día y los días de semana siempre son una chanfaina para mí, pero esto es algo que me gusta realmente, y no quiero desaprovechar ni un solo momento para aprenderlo todo. Todo, todo.

 Voy a avanzar mi tarea :3

miércoles, 14 de agosto de 2013

Mi chibolo interior

 Para los que me conocen en persona, deben ya haberse dado cuenta de que no soy del tipo de chica que se comporta de acuerdo a los estándares mundiales de feminidad y delicadeza (?). Soy, por el contrario, como dirían algunos amigos míos, un calzoncillo más. No hablo dulcemente, ni con el típico "tonito" de chica lindix bonix amix; No me quedo callada cuando me dicen algo, lo respondo y prefiero mecharme con alguien a aceptar algo que no me gusta; No soy sumisa, mi segundo idioma por excelencia es el sarcasmo. Disfruto joder, joder y joder a la gente y mi vocabulario consta de una lisura cada cinco palabras. ¿Ven? pueden atribuírselo al Fanning, no me jode. 

 Una vez, hace mucho tiempo (1999 para ser más exactos) cuando estaba en el rico Fanning, discutía sobre mi comportamiento con una auxiliar que me llevó a la dirección cuando no me acuerdo qué de malo hice en el salón. Ella me preguntó si yo tenía contacto amixer con chicos, con hombres. Obviamente, le dije que no, porque en esa época yo realmente no tenía amigos; apenas y les dirigía la palabra a los chicos de mi barrio, tenía nueve años y solo una amiga en todo mi edificio. La auxiliar me dijo que le parecía raro, porque yo me comportaba como un niñito (ME CAGÓ). A medida que fui creciendo, y seguía internada en Santa Mónica -digo, el Fanning- me fui dando cuenta de que las mujeres realmente me aburrían. Verlas todos los días: mujer por aquí, mujer por allá. Trataba a diario de entablar amistad con los chicos de mi barrio, seguramente porque cuando éramos más pequeños jugábamos bastante, pero en ese entonces era en vano porque ellos eran bien mierdas, digo, bien antisociales, digo... jugaban entre hombres nomás. Así que se me ocurrió decirle a mi mamá que, después de haberme negado por dos años seguidos, ya me quería matricular para la primera comunión (se supone que eso lo haces a los nueve, ¿no? pues yo lo hice a los once). Mi mamá pensó que me entregaría en cuerpo y alma al señor, se alegró a más no poder y me matriculó. Pues bien, doce años después, creo que ya puedo confesar que, en lugar de ir por vocación católica, lo hice sólo porque mi amiga del cole me contó que el salón del catequesis era "MIXTO", esa palabra que me sonaba tan jodidamente interesante, que no lo pensé dos veces.

 Una vez enclaustrada en la iglesia Santa Rosa de Lince, me dediqué a juntarme con cada pequeño que se me cruzaba. Dejé a las niñas de lado y me volví un piraña. Prácticamente "cada domingo a las doce después de la misa" nos íbamos corriendo al parque Castilla, nos olvidábamos de los cánticos y las biblias (xD) y nos poníamos a jugar pelota, a lanzarnos de los columpios, a corretear hasta morir por falta de aire y a embarrarnos con caca de perro (mentira, eso no). Era feliz. Sentía que con ellos podía hacer las cosas que realmente me gustaban y que en el colegio no me permitían porque "aj, o sea, somos mujercitas". Y lo que empezó como un año de catequesis para la primera comunión, se convirtió en tres años de formar parte del coro de la iglesia (hasta estaba dispuesta a hacer la confirmación) hasta que en el 2004, me mudé. Y nunca más volví a la casa del señor (¡¿?!), pero al menos aprendí a socializar con los machos machos men.

 Los años pasaron, en mi nuevo barrio no conocía ni a mi vecino (literalmente, no lo manyo, hasta hoy) y me aburrían las tardes luego del colegio, así que me escapaba a veces al internet. Reconozco que esas tres horas diarias que me tiraba en las cabinas de Arenales no eran para nada productivas -Sólo a nivel músico-cultural porque bajaba música como mierda- pero ahí también tenía mis amixers: los chibolos que se tiraban la pera del Melitón Carbajal e iban a jugar en esas épocas counter strike. Al principio les tenía miedo por ser una chica del fanning y por la fama de violadores que éstos tenían, pero, a medida que me fui interesando por el gun bound y esos juegos de moda, me adoptaron como una más de la pandilla. Nos encontrábamos todos los días a las 2, jugábamos hasta las 4 o 5, y me acompañaban a mi paradero. Yo me iba a mi casa; ellos, a buscar a sus peladas de turno tarde. Después, poco a poco, dejé de frecuentar el C.C. Arenales y perdí contacto con mis amigos pirañas.

 Conocí chicas buenas en mi paso por el Icpna, pero de todas las amigas que llegué a tener, sólo conservo cuatro o cinco, los demás son hombres. Cuando tuve mi enamorado en dicho instituto, recuerdo que terminó conmigo un par de veces porque lo único que hacía yo era estar de arriba a abajo con Armando, William y Carlos, mis "back street boyOS". Aunque él me decía que no era por eso, tiempo después me confesó que sí le llegaban al chompiras. Supongo que, como les conté por ahí, solían dejarme por amiguera aunque nunca nadie tuvo el valor de decirme "¿sabes qué? soy celoso" -definitivamente me hubiera ahorrado mil lamentos- pero, como nunca nadie me dijo si estoy bien o si estoy mal (al univeerso le da iguaaaal todo sigue alrededoor♫) pues seguí tal cual, y no me arrepiento. Tampoco es que yo haya sido o que sea una desgraciada, una maldita, nunca engañé ni mentí ni nada de esas pendejadas. Y bueno, otros sólo usaron lo de mi amistad con los hombres como la excusa más estúpida para cometer todos sus actos de maldad hacia mi persona, por allá por los 2012's XD.

 Ahora que tengo ya veintitrés años (wow qué grande) sólo conservo los amigos que creo necesarios. Aún me gusta joder, aún me junto con mis amigos a tomar y a reírme como si no hubiera nada más gracioso en la vida. Hay personas a las que aún le molesta eso y que tratan de "inmadurizarme" -por así decirlo- por el simple hecho de andar con la gente y ser de esta manera aún un tanto despreocupada. Se están equivocando bastante conmigo, les digo, yo no soy todo lo malo que piensan o que a veces parezco. Pero bueno, no puedo estar por ahí con mi cara de cachaco, ni diciendo "yo soy bien buena... por si acaso".

 Arrivederci

Yo soy el chibolito de polo blanco. Era todo un loquillo XD

martes, 13 de agosto de 2013

Mi escape a Ica - Parte II

 Tuve una mala noche, en definitiva, luego de escuchar tanta prosti y tanto arrecho conversar durante la madrugada del martes. No dormí absolutamente nada y Maribel se río de mí por haberme adueñado de la cama de la ventana. Nuestro primer día fue un encanto total, estoy aquí para contarles del martes, mi segundo día en la preciosa Ica.

 Nos levantamos extremadamente temprano (ni para ir a trabajar me levanto a las 6) y nos vestimos para esperar la van que nos llevaría al tour por las islas ballestas. Mi primer error del día fue ir semi calata (short con panties y una chompita que abrigaba lo mismo que abriga una bolsa). Salimos del hotel y literalmente morí de frío. Como tenía la convicción de que el sol saldría en cualquier segundo me quedé como estaba y me aguanté como los machos.

 En la van logré dormir lo que no había podido en la noche, el frío me congelaba hasta los huesos y unos amixers conversaban en el asiento trasero. De rato en rato sonaba una canción en mi cabeza, me desconectaba y me volvía a conectar. Fueron como treinta minutos de viaje que me parecieron horas de horas. Llegamos a paracas, bajé del carro y el frío se hizo más intenso. Nos tomamos un par de fotos, hicimos una cola que parecía que jamás iba a avanzar y conversé un poco de todo con Mari. Empezaba a salir el sol, mis esperanzas de tener un soleado martes crecían a medida que avanzábamos en la cola para subir a los botecitos. Pagamos siete soles, nos subimos a la espaciosa embarcación y, luego de que una señora se ponga a cantar "huacachina, huacachina, china cochina" en un intento de hacernos o reír o llorar, el conductor nos dio unas palabras y partimos. Cuando partimos  fue como que todo el frío del mundo recorriera mi cuerpo y sólo pude refugiarme dentro de mi chaleco salvavidas. Maribel me dijo: "te dije que trajeras tu casaca" y yo hacía puchero por debajo del chaleco.

 Muchos minutos después de partir, saqué la cabeza en un intento de valentía, pensando que un poco de viento helado no iba a malograrme el día. Apenas vi el mar, me cayó agua en la cara y, cual tortuga, me metí nuevamente en mi caparazón/chaleco. Tomé un poco del frugos que me había comprado y comí un pedazo de keke, moría de hambre, sueño y frío. Le tomé un par de fotos a Maribel, ella me tomó unas cuantas a mí y así, me la pasé escondida hasta que el bote se detuvo. Al volver a mirar, tenía lobos de mar, pingüinos y un cielo lleno de aves. El paisaje era precioso, ya me había olvidado de la belleza que había en ese lugar, ya que la primera vez que fui tenía dieciséis años y estaba en un paseo de colegio.

 Tomamos las fotos que eran necesarias, vimos muchos más lobos marinos y el sol había salido de una manera salvaje, por fin tenía mi martes soleado. Estuvimos en ese lugar hermoso por muchos minutos más antes de que el conductor decidiera regresar a la costa. Volví a meterme a mi chaleco debido a los vientos helados y me puse a escuchar un poco de música con mis audífonos. El viento helado no me importó más y saqué la cabeza. Mi cabello al viento se despeinó más que en concierto de rock, las pestañas parecían que se me volaban, pero estaba feliz. El camino de regreso fue más corto de lo que pensé, el sol quemaba mi rostro y mis panties.

 Al bajar del bote teníamos una soleada Paracas y mucha gente comiendo helados, disfrutando del sol en las bancas. El guía nos dio media hora para pasear y comprar algo por ahí. Los pelícanos probaban suerte cerca de las personas, esperando un poco de pescado fresco que algunos hombres les daban de un balde para que los turistas les tomen fotos. Mari y yo fuimos a la orilla del mar e intenté tomarle unas fotos saltando, lo cual fue un fracaso. Nos sentamos un rato a contemplar el movimiento, los negocios de souvenirs que estaban abriendo, los gringos caminando y tomándole foto hasta a las piedras, los niños correteando y los pelícanos locos por un poco de pescado. Estábamos en paz, ambas tranquilas. Recorrimos los puestos de souvenirs, compré unos llaveros bien bonitos,  paseamos un poco más. Nos quedaban quince minutos antes de que el guía y la van nos abandonen, hasta que vimos una tienda rara, que no combinaba con las demás. Mari me dijo que habían cosas chéveres y fuimos. Nos enamoramos del lugar: era la tienda de un pata llamado Ozzy, que hacía todo tipo de trabajos artesanales (habían esqueletos de animales, sólo eso me traumó) y sin pensarlo le pregunté si hacía trenzas, me dijo que sí y le di diez minutos para que la haga.

 Mientras yo recordaba mi adolescencia Fannista haciéndome una trenza con pitas de colores, Maribel recorría la tienda medio extrañada y Ozzy me hablaba de cómo había llegado ahí y que antes vivía en Lima. Mi trenza iba tomando su forma y sólo nos quedaban seis minutos para llegar al carro. Cuando terminó de tejerme la cabeza, me dijo: "Espera, falta algo, tu bautizo de niña con trenza", y yo le gritaba que se apure. Tomó el periódico que me había puesto en la cabeza, lo arrancó con fuerza y gritó: "¡bautizada!". Le pagué, le di un abrazo y le dije que nunca más lo vería en mi vida. Después de eso, salimos corriendo como un par de niñitas por la calle, como si nos estuviera dejando nuestro papá en un paseo. Fue gracioso imaginarme corriendo desesperada mientras todos nos miraban con curiosidad. Encima llegamos y tuvimos que esperar a que el chofer llegue; de haber sabido, nos quedábamos un poquito más.

 Ya en el camino de regreso el calor se hacía más y más fuerte. Moría de sed pero estaba feliz jugando con mi trencita. Llegamos a Ica, regresamos a nuestro hospedaje en la calle de las putas, dejamos unas cosas y volvimos a salir para hacer el "city tour". Conocimos muchos lugares chéveres como cachiche, donde me tomé una foto con el sombrero de la bruja, y probamos un trago riquísimo que se llama "el orgasmo de la bruja", aunque no lo terminamos porque se nos subió de una manera bien achorada. Después de visitar también la palmera de las siete cabezas y escuchar la historia, nos fuimos a almorzar a la bodega El catador, donde probamos más de una versión de pisco (y más el orgasmo de la bruja, yo me sentía ebria feliz). Almorzamos algo suave, y partimos de nuevo a Huacachina, pero esta vez tuvimos una vista más bonita de ella, porque era de día y hacía mucho sol.

 Nos dieron una hora para explorar el lugar y huevear de manera infinita. Maribel y yo habíamos terminado tan enamoradas de las dunas, que no lo dudamos y volvimos a trepar, esta vez sin tubulares y sin tablas, sólo con las ganas de volver a tocar el cielo y verlo todo más pequeño. Nos sentamos en un lugar más o menos alto, puse música. Estábamos sin zapatos y sin miedo. La cara de Maribel transmitía toda la paz del universo, me volví a revolcar en la arena y ella a tomarse fotos. Sabíamos que no podíamos estar ahí por mucho rato, pero fueron treinta minutos muy hermosos y relajantes. Sabíamos que teníamos que volver.

 Cuando se acabó la magia, cuando pasó el tiempo y tuvimos que descender de las dunas para volver a casa cansadas y sin ganas de volver, me sentí un poco triste. Mari y yo coincidimos en lo mucho que nos gustaría tal vez dejarlo todo y empezar una nueva vida lejos de la lima y su ruido y sus cosas raras y malas. Pero, como no todo es perfecto, dejamos de soñar y compramos nuestro pasaje de regreso. Compramos un poco de pan, una botella de agua, otra de yogurt, llegamos al hospedaje, nos volvimos a bañar y a quitar la arena. Nuestros rostros cansados nunca tuvieron tanta alegría de por medio, la habíamos pasado demasiado genial, habían sido dos días hermosos que nunca olvidaremos.

 Al menos yo, encontré la paz que buscaba y, al tener tanto tiempo para reflexionar, pude ver las cosas de una manera más clara y transparente. Me enamoré de Ica, me enamoré de sus dunas, su laguna, sus calles, de sus combis a las cuatro de la mañana, de sus colectivos gritando "¡SUBTANJALLA, SUBTANJALLA!", de su gente extremadamente chévere, del refresco de cocona en la esquina, de la gente que no descansa y que hicieron de mis dos madrugadas las más despiertas de toda mi vida. Espero que les haya gustado mi experiencia Iqueña, y si tienen casa o familia, pásenme la voz porque quiero volver :3.

¡Nos leemos pronto!

Ozzy trenzándome las mechas

sábado, 10 de agosto de 2013

Mi escape a Ica - Parte I

 Me escapé. Le hice caso al doctor Andy V y huí de todo. Pedí vacaciones, Maribel se unió a mí, nos abrazamos, lloramos, y el lunes a las 7 de la mañana estábamos en la avenida México con nuestros maletines rosados, comprando pasajes y subiendo a un bus que nos alejaría de la gris Lima y toda su tristeza. Al menos nos alejaría cuatro horas fuera de ella. Algo es algo.

 No teníamos planeado mucho, sólo escapar un poco y ver qué podíamos hacer. Le pedimos consejo a Víctor y Pablito, amigos que habían estado allá hacia poco más de una semana, y a Luis, que vivió allá mucho tiempo; fueron buena onda, nos recomendaron tours y lugares. La verdad es que, para mí, era la primera vez que hacía algo parecido. Nunca me había sentido tan presionada en este lugar; nunca había sentido que TENÍA que irme. Pero de eso no vine a contarles.

 Nos dijeron que serían cuatro horas y media de camino. Llevé una vez más "La palabra del mudo" de Julio Ramón Ribeyro, mi fiel acompañante a cuanto viaje largo realizara en la vida. Nos acomodamos, el bus era una carcacha (ni más viajamos en Soyuz). Primer error, eso está claro. Apenas y comimos galletas animalitos, leímos un poco, dormimos otro poco, pasamos por las playas preciosas del sur, conversamos, y en menos de lo que pudimos darnos cuenta, estábamos en la calurosa Ica. Bajamos del bus, sacamos nuestras cosas y caminamos por la avenida "La Municipalidad", donde nos habían dicho que se encontraba una agencia de tours y esas cosas. Encontramos a la señora indicada, conversamos un poco y fuimos a buscar hospedaje. La verdad que no fue muy difícil encontrar uno, eso es lo bueno de que todo esté prácticamente junto: la plaza, los negocios, los hospedajes, todo junto. Caminamos un poco, entramos a un par de lugares que nos parecieron decentes y nos quedamos en uno que al menos tenía agua caliente y ventana a la calle. Segundo error.

 Nos instalamos en el hotel, no era muy lindo el cuarto pero como dicen: "a nada", para lo que íbamos a permanecer dentro, el precio era justo. Lo clásico, sacamos la ropa, colgamos las toallas, escogimos las camas y yo grité "LA MÍA ES LA DE LA VENTANA, ¡WOO HOOO!" (yo por pendeja me pelé, de ahí les cuento) y descansamos un ratito, ya que teníamos que ir a almorzar y luego a nuestro primer tour que eran los tubulares en las dunas. La típica, fotito por aquí, publicaciones en el facebook por allá, y nos lanzamos a la calle a buscar un digno almuerzo. La verdad no fue difícil conseguir un restaurante barato y cerca, porque, como dije, todo estaba jodidamente junto, teníamos todo cerquísima. Comimos, hablamos, nos maltrató la mesera y nos reímos bastante. A la salida volvimos al hotel para sacar unas cosas y estar así a las 4 en punto en la agencia del tour, donde esperamos a que viniera la movilidad y nos llevara a las soñadas dunas y la laguna de la huacachina.

 Dieron las cuatro, fuimos a la agencia y esperamos tranquilas nuestra movilidad. Me pareció rarazo que la chica parara un taxi y nos dijera que el taxista nos iba a llevar, en lugar de las clásicas vans o carros más grandes con más pasajeros (yo pensaba que era una metida de rata y nos terminaría violando por ahí, me asusté). Esperamos un buen rato por una persona que faltaba, estábamos renegando porque ya era tarde, hasta que por fin subió la demorona pasajera y pudimos partir. Llegamos a las dunas y al toque pasamos del taxi al tubular, la pasajera delantera resultó ser buenísima onda, Verónica se llama, ecuatoriana que vino de vacaciones; una persona muy chévere. Conversamos un poco, nos acomodamos en estos carritos y empezamos una aventura que no olvidaré jamás.

 Una vez arriba, mientras el carrito nos llevaba por aquí y por allá, gritamos, levantamos los brazos, en mi caso me golpeé muchas veces y me puse a llorar en silencio porque tenía un moretón que me dolía y me volví a golpear en el mismo sitio (pa' cojuda y malasuerte, pásenme la voz). La adrenalina me quedó chiquita, era como estar viviendo los últimos segundos de mi vida, sobretodo cuando se me desabrochó el cinturón y el tubular se metió un salto desde las alturas y yo pensé que saldría disparada y moriría en la Huacachina. Gritamos, nos revolcamos en la arena (bueno, solo yo hice semejante salvajada) terminé con arena en las orejas, el cabello y demás, nos lanzamos con las tablas y fuimos extremadamente felices. Aún tengo arena, y eso que ya me bañé como siete veces desde que volví.

 Mientras subía con mi tabla para volver a lanzarme, sentí una fuerte presión en el pecho, algo parecido a lo que siento con un ataque de asma y me traumé. Me senté en mi tablita en lo alto de la duna a esperar que se me pase y me di con la sorpresa de que no podía respirar ni hablar. Me eché, jugué un poco con la arena, me hice la cojuda (lo último que quería era hacer un show asmático en las dunas) y se me pasó. Luego comprendí que no era un ataque de asma, era un ataque de esos extraños que estuve teniendo toda la semana, era angustia. Miré al cielo, luego miré para abajo y veía puntitos de colores y unos bracitos agitándose; era Maribel llamándome, gritándome que me lance, que me lance. No hice caso, seguía en las alturas contemplando todo y pensando en todas las cosas que me habían llevado a ese lugar. El sol se iba a poner en cualquier segundo, decidí aprovecharlo y simplemente ser feliz.

 Cuando me encontré en paz "nivel 100", decidí lanzarme nuevamente por las dunas. Ya no sentía dolor en el pecho, ni nada de eso, sólo sentía mucha paz y relajo. Me lancé, nuevamente escalé la duna y nuevamente me cansé, esta vez sí de pura asmática y el chofer nos preguntó si queríamos ver cómo se ocultaba el sol, corrimos, nos subimos al tubular y nos volvió a llevar entre subidas y bajadas adrenalínicas hacia una parte más alta donde se veía el mundo más pequeño y el sol más grande. Más fotos por aquí, más fotos por allá, poco a poco el sol nos decía adiós y tras su despedida un frío maldito nos saludaba (vientos "paraqueños", les dijo Maribel). Era hora de bajar y comer un poco tal vez, o simplemente bañarnos y quitarnos la arena del cuerpo.

 Al bajar el tubular hizo una que otra pirueta nuevamente, yo ya no tenía fuerzas ni para gritar. Sentía que al bajar toda la magia terminaría y quise volver al día siguiente, pero no podía hacerle algo así a Maribel, que quería ir a ballestas y al "city tour", así que sólo suspiré, miré arriba y prometí que volvería. Ya cuando estuvimos definitivamente abajo, un amable guía nos llevó a la laguna de la Huacachina, así, a oscuras y nos contó la historia de la princesa, la sirena que llora y todas esas cosas en las que casi-casi yo no creo. Decidí ver la laguna más de cerca, la tuve a mis pies en completa oscuridad. Otra vez el dolorcito en el pecho, otra vez hacerme la cojuda para no hacer roche. Otra vez el darme cuenta de que no era enfermedad, era lo otro. Me paré y me fui a seguir a mis compañeros de tour, y a Maribel y Verito, que me esperaban arriba.

 Volvimos al carrito que nos llevaría de regreso al hotel, mientras todos comentaban lo chévere que la habían pasado y compartían sus fotos. A Maribel y a mí nos tocó la parte dura al despedir a Verito, cuando la dejamos en su hotel. Promesas de ir a Ecuador por aquí, promesas de volver a Perú por allá. Sólo espero que le haya ido bien en su vuelo, ya ahorita debe estar por llegar a casa. Como moríamos de hambre, al bajar buscamos desesperadas algún lugar donde llenar la panza, y, como somos bien creativas, entramos a Rocky's (si, más monses...) y nos pedimos una negrita (llámese chela, helena, promoción, agua, etc. pero malta) y comimos grasa. Con el estómago contento y el corazón todavía saltando por los tubulares, caminamos por esa plaza abarrotada de gente, bajo las luces tenues de la ciudad que no descansa. Una, dos, tres cuadras y llegamos al hotel. Nos turnamos para entrar a la ducha, de mi cabello no dejaba de caer arena. Se bañó Mari y lo mismo, estábamos -literalmente- enterradas. Cansadas a más no poder, sin ánimos ni para salir a buscar alcohol y fiestas. "Mañana toneamos" dijimos, y nos echamos a ver Yo Soy y a pasar las fotos.

 Esto es lo que pasó en nuestro primer día de escape, ya mañana o pasado les cuento qué sigue. Sólo les adelantaré que cuando dije que me pelé por pendeja al elegir la cama que estaba pegada a la ventana, fue porque la calle donde inocentemente nos habíamos hospedado era una calle roja (léase: calle de putas), y toda la madrugada escuchaba cosas como "ya pe, veinte... veinte y entramos acá" / "Le dije que no, esa "#%$%&%!$#, muy carera" / "Hola guapo, ¿cómo es?" y demás cosas raras que me mantuvieron toda la noche con los ojos así: O_O

 Preciosa Ica, pronto la segunda parte de mi aventura.

Y se murió XD - Paz, mucha paaz :) 

viernes, 2 de agosto de 2013

El doctor Andy V

 Hace un par de días no fui a trabajar, estuve enferma de la panza, el pecho, qué se yo... la vida. Pues, para variar, cuando me siento mal, lo último que quiero es moverme de mi cama porque solo quiero dormir y estar en paz, pero mi madre y mi hermana me ahuevan con su "anda al doctor, anda al doctor". Ok, está bien, iré al doctor, aunque en el fondo temía que me dijera que no tenia nada y que me deje de huevadas (como la doctora de un día anterior, que, al verme, sin revisarme ni nada, me dijo "oe, tu te estás enfermando de triste... anda busca psicólogo") conchasumare.

 Me bañé sin ganas, me cambié sin ganas, me peiné sin ganas, me hice la acostumbrada raya de maquillaje en el párpado sin ganas y no comí porque... pues ¿qué creen? no tenía ganas. Lo había vomitado todo desde el lunes, mi estómago estaba hecho mierda.

 En el carro, el chofer de la gran puta puso su CD SuPeR MeGa MiXxX CaLiEnTe 2065 de las canciones más cortavenas del universo. El pobre sonido de mis audífonos fue vencido por "vuelve" de Don Omar y tuve que soportar casi una hora de camino con todas esas canciones, que, a decir verdades, no me ayudaba para el estado de ánimo para nada. Llegué a la clínica, papeleos aquí, papeleos allá, pague tanto por acá, siéntese acá, espéreme acá. Movía mis piecitos como un niño impaciente cuando está en una silla muy alta, y esperé sin ganas de estar ahí. 

Vi que del consultorio salió un pata igualito a Andy V, miró unos papeles y me llamó por mis dos nombres, lo que más odio en esta vida. Alcé la cabeza, le lancé la mirada de desprecio "clínica 2013" y me paré de mi cómodo asiento. Me tendió la mano y me hizo pasar. Sonaba rock, a cualquiera le sorprende. Me miró a los ojos y me preguntó en qué me podía ayudar. "Me duele la barriga doctor" le dije y él le bajó el volumen a todo. "Me duele la barriga y tengo náuseas. He vomitado hasta los intestinos y creo que voy a morir". Se mató de risa y me preguntó si me había venido la regla, le contesté que no estaba embarazada, que estaba enferma de la panza. Me preguntó más cosas, se paró, me hizo toser, respirar, me miró las amígdalas. Parece que no encontró nada, porque puso una cara de "qué raro". Me preguntó si tenía ganas de estar ahí sentada y le respondí que no. Se mató de risa y me dijo "Qué sincera. Mira Fiorellita, tú estás mal de la panza, es cierto, pero a parte, a ti parece que te duele otra cosa. Tu mamá ya te habrá dado algo de gravol, sopas y esas cositas. Es muy básica tu indigestión, pero si no quieres sentir que haz venido por las puras y que los doctores siempre te dicen lo mismo, podemos conversar de lo otro". Lo miré y, pues no perdía nada, nunca más lo vería tal vez, me llegó en realidad. Le empecé a contar.

 Me escuchaba como un amigui super atento, daba una pequeña opinión de rato en rato o simplemente preguntaba cosas básicas. Se reía, me miraba extrañado, como diciendo en su mente "a la mierda para qué la dejé explayarse...". Yo contaba, me reía, me ponía triste, pensaba. Y me volvía a reír. Le pregunté si era normal ese sentimiento de tener el pecho hundido, como un hueco, y encima sentir un remolino ahí dentro como que te chupa la vida. Fue la primera vez que me pasó esa mañana y me asusté. Le pregunté si era normal estar así, porque nunca en mi vida había sentido tan fuerte. Me respondió que sí, que todo era normal. Me dio su punto de vista de todo, me describió situaciones que ni le había contado y no se equivocó. Nuestra conversación duró buen rato.

 Le agradecí por escucharme, por las pastillas para la panza, por los consejos gastronómicos que me dio y por compartir también sus experiencias, que, aunque no las puse, fueron de gran enseñanza para mí. Me tendió la mano, me recetó vacaciones, un viaje y mucho descanso. Desde ayer estoy tomando las pastillas, a partir de hoy tomo las vacaciones y el lunes tomo el viaje con mi acompañante rockera y mi compañera de cumpleaños, mi amiga Maribel.

 Ojalá este poco tiempo fuera sirva de algo.