Hace un par de días no fui a trabajar, estuve enferma de la panza, el pecho, qué se yo... la vida. Pues, para variar, cuando me siento mal, lo último que quiero es moverme de mi cama porque solo quiero dormir y estar en paz, pero mi madre y mi hermana me ahuevan con su "anda al doctor, anda al doctor". Ok, está bien, iré al doctor, aunque en el fondo temía que me dijera que no tenia nada y que me deje de huevadas (como la doctora de un día anterior, que, al verme, sin revisarme ni nada, me dijo "oe, tu te estás enfermando de triste... anda busca psicólogo") conchasumare.
Me bañé sin ganas, me cambié sin ganas, me peiné sin ganas, me hice la acostumbrada raya de maquillaje en el párpado sin ganas y no comí porque... pues ¿qué creen? no tenía ganas. Lo había vomitado todo desde el lunes, mi estómago estaba hecho mierda.
En el carro, el chofer de la gran puta puso su CD SuPeR MeGa MiXxX CaLiEnTe 2065 de las canciones más cortavenas del universo. El pobre sonido de mis audífonos fue vencido por "vuelve" de Don Omar y tuve que soportar casi una hora de camino con todas esas canciones, que, a decir verdades, no me ayudaba para el estado de ánimo para nada. Llegué a la clínica, papeleos aquí, papeleos allá, pague tanto por acá, siéntese acá, espéreme acá. Movía mis piecitos como un niño impaciente cuando está en una silla muy alta, y esperé sin ganas de estar ahí.
Me escuchaba como un amigui super atento, daba una pequeña opinión de rato en rato o simplemente preguntaba cosas básicas. Se reía, me miraba extrañado, como diciendo en su mente "a la mierda para qué la dejé explayarse...". Yo contaba, me reía, me ponía triste, pensaba. Y me volvía a reír. Le pregunté si era normal ese sentimiento de tener el pecho hundido, como un hueco, y encima sentir un remolino ahí dentro como que te chupa la vida. Fue la primera vez que me pasó esa mañana y me asusté. Le pregunté si era normal estar así, porque nunca en mi vida había sentido tan fuerte. Me respondió que sí, que todo era normal. Me dio su punto de vista de todo, me describió situaciones que ni le había contado y no se equivocó. Nuestra conversación duró buen rato.
Le agradecí por escucharme, por las pastillas para la panza, por los consejos gastronómicos que me dio y por compartir también sus experiencias, que, aunque no las puse, fueron de gran enseñanza para mí. Me tendió la mano, me recetó vacaciones, un viaje y mucho descanso. Desde ayer estoy tomando las pastillas, a partir de hoy tomo las vacaciones y el lunes tomo el viaje con mi acompañante rockera y mi compañera de cumpleaños, mi amiga Maribel.
Ojalá este poco tiempo fuera sirva de algo.