miércoles, 14 de agosto de 2013

Mi chibolo interior

 Para los que me conocen en persona, deben ya haberse dado cuenta de que no soy del tipo de chica que se comporta de acuerdo a los estándares mundiales de feminidad y delicadeza (?). Soy, por el contrario, como dirían algunos amigos míos, un calzoncillo más. No hablo dulcemente, ni con el típico "tonito" de chica lindix bonix amix; No me quedo callada cuando me dicen algo, lo respondo y prefiero mecharme con alguien a aceptar algo que no me gusta; No soy sumisa, mi segundo idioma por excelencia es el sarcasmo. Disfruto joder, joder y joder a la gente y mi vocabulario consta de una lisura cada cinco palabras. ¿Ven? pueden atribuírselo al Fanning, no me jode. 

 Una vez, hace mucho tiempo (1999 para ser más exactos) cuando estaba en el rico Fanning, discutía sobre mi comportamiento con una auxiliar que me llevó a la dirección cuando no me acuerdo qué de malo hice en el salón. Ella me preguntó si yo tenía contacto amixer con chicos, con hombres. Obviamente, le dije que no, porque en esa época yo realmente no tenía amigos; apenas y les dirigía la palabra a los chicos de mi barrio, tenía nueve años y solo una amiga en todo mi edificio. La auxiliar me dijo que le parecía raro, porque yo me comportaba como un niñito (ME CAGÓ). A medida que fui creciendo, y seguía internada en Santa Mónica -digo, el Fanning- me fui dando cuenta de que las mujeres realmente me aburrían. Verlas todos los días: mujer por aquí, mujer por allá. Trataba a diario de entablar amistad con los chicos de mi barrio, seguramente porque cuando éramos más pequeños jugábamos bastante, pero en ese entonces era en vano porque ellos eran bien mierdas, digo, bien antisociales, digo... jugaban entre hombres nomás. Así que se me ocurrió decirle a mi mamá que, después de haberme negado por dos años seguidos, ya me quería matricular para la primera comunión (se supone que eso lo haces a los nueve, ¿no? pues yo lo hice a los once). Mi mamá pensó que me entregaría en cuerpo y alma al señor, se alegró a más no poder y me matriculó. Pues bien, doce años después, creo que ya puedo confesar que, en lugar de ir por vocación católica, lo hice sólo porque mi amiga del cole me contó que el salón del catequesis era "MIXTO", esa palabra que me sonaba tan jodidamente interesante, que no lo pensé dos veces.

 Una vez enclaustrada en la iglesia Santa Rosa de Lince, me dediqué a juntarme con cada pequeño que se me cruzaba. Dejé a las niñas de lado y me volví un piraña. Prácticamente "cada domingo a las doce después de la misa" nos íbamos corriendo al parque Castilla, nos olvidábamos de los cánticos y las biblias (xD) y nos poníamos a jugar pelota, a lanzarnos de los columpios, a corretear hasta morir por falta de aire y a embarrarnos con caca de perro (mentira, eso no). Era feliz. Sentía que con ellos podía hacer las cosas que realmente me gustaban y que en el colegio no me permitían porque "aj, o sea, somos mujercitas". Y lo que empezó como un año de catequesis para la primera comunión, se convirtió en tres años de formar parte del coro de la iglesia (hasta estaba dispuesta a hacer la confirmación) hasta que en el 2004, me mudé. Y nunca más volví a la casa del señor (¡¿?!), pero al menos aprendí a socializar con los machos machos men.

 Los años pasaron, en mi nuevo barrio no conocía ni a mi vecino (literalmente, no lo manyo, hasta hoy) y me aburrían las tardes luego del colegio, así que me escapaba a veces al internet. Reconozco que esas tres horas diarias que me tiraba en las cabinas de Arenales no eran para nada productivas -Sólo a nivel músico-cultural porque bajaba música como mierda- pero ahí también tenía mis amixers: los chibolos que se tiraban la pera del Melitón Carbajal e iban a jugar en esas épocas counter strike. Al principio les tenía miedo por ser una chica del fanning y por la fama de violadores que éstos tenían, pero, a medida que me fui interesando por el gun bound y esos juegos de moda, me adoptaron como una más de la pandilla. Nos encontrábamos todos los días a las 2, jugábamos hasta las 4 o 5, y me acompañaban a mi paradero. Yo me iba a mi casa; ellos, a buscar a sus peladas de turno tarde. Después, poco a poco, dejé de frecuentar el C.C. Arenales y perdí contacto con mis amigos pirañas.

 Conocí chicas buenas en mi paso por el Icpna, pero de todas las amigas que llegué a tener, sólo conservo cuatro o cinco, los demás son hombres. Cuando tuve mi enamorado en dicho instituto, recuerdo que terminó conmigo un par de veces porque lo único que hacía yo era estar de arriba a abajo con Armando, William y Carlos, mis "back street boyOS". Aunque él me decía que no era por eso, tiempo después me confesó que sí le llegaban al chompiras. Supongo que, como les conté por ahí, solían dejarme por amiguera aunque nunca nadie tuvo el valor de decirme "¿sabes qué? soy celoso" -definitivamente me hubiera ahorrado mil lamentos- pero, como nunca nadie me dijo si estoy bien o si estoy mal (al univeerso le da iguaaaal todo sigue alrededoor♫) pues seguí tal cual, y no me arrepiento. Tampoco es que yo haya sido o que sea una desgraciada, una maldita, nunca engañé ni mentí ni nada de esas pendejadas. Y bueno, otros sólo usaron lo de mi amistad con los hombres como la excusa más estúpida para cometer todos sus actos de maldad hacia mi persona, por allá por los 2012's XD.

 Ahora que tengo ya veintitrés años (wow qué grande) sólo conservo los amigos que creo necesarios. Aún me gusta joder, aún me junto con mis amigos a tomar y a reírme como si no hubiera nada más gracioso en la vida. Hay personas a las que aún le molesta eso y que tratan de "inmadurizarme" -por así decirlo- por el simple hecho de andar con la gente y ser de esta manera aún un tanto despreocupada. Se están equivocando bastante conmigo, les digo, yo no soy todo lo malo que piensan o que a veces parezco. Pero bueno, no puedo estar por ahí con mi cara de cachaco, ni diciendo "yo soy bien buena... por si acaso".

 Arrivederci

Yo soy el chibolito de polo blanco. Era todo un loquillo XD