sábado, 27 de diciembre de 2014

Se jodió la navidad

Se jodió <MAL>, como diría el buen Arthur.


Se jodió la navidad, en serio. Sé que suena mal pero, de hecho, tuve la mejor navidad de mi vida. Y no precisamente por mis regalos o mi cena o mi unión y bla, sino porque la pasé demasiado divertido y todo eso gracias a las casualidades de la vida.

Me levanté temprano, desayuné pavo, panetón y chocolate y fui a casa. Me la pasé, literalmente, haciendo nada hasta la hora de almuerzo. Vi que uno de mis amigos de Cibertec ofrecía comida (¿Se imaginan? ¡Ofrecía su casa para almorzar!) Definitivamente, un gesto tan hermoso y no esperaba menos de él. Fui a su casa en Surquillo y me maté de risa con él y su hermanita, comiendo pavo y ensaladas raras. Bailamos, cantamos, nos divertimos demasiado. ¿Saben qué es lo más lindo de la navidad? Compartir. Es todo lo que me gusta de ella. 

 Después de tener una tarde tan divertida con los hermanos Wk, me fui a casa. Estuve como un pequeño hongo sin saber qué hacer y con un deseo inmenso de largarme pero nadie parecía hacerme caso hasta que, de la nada, encontré a Arthur en línea. Mi idea era salir a comprar zapatos pero, ni idea cómo ni por qué, terminé con él en el Óvalo de Miraflores. 

 Caminamos un poco, nos fuimos a comer, nos deseamos Feliz Navidad y conversamos de la vida. A decir verdad, la gente fuera de casa un 25 de diciembre lo está porque, definitivamente, algo anda mal (a menos que anden en familia, ¿no?) En fin, no me molesta reconocer que algo está mal conmigo. Pero ¿saben qué? No éramos los únicos. 

Salimos de comer y tomamos un micro de regreso al Óvalo de Miraflores. Me reía demasiado con las cosas que decía Arthur, es demasiado ocurrente (es yo en masculino ¿?) todo un caso. Es del tipo de personas con las que no debes sentirte limitado para expresarte. 

 Una vez en Berlín, buscamos algún bar con música chévere para bailar... terminamos en la calle de las pizzas (I regret NOTHING) bailando como locos. No contentos con sudar al ritmo de todas las canciones del momento, salimos y nos dimos cuenta de que otra discoteca estaba abierta. Nos quedamos bailando y mandando un poco a la mierda a la hora y al qué dirán. 

 A la salida de todo y ya cansados, caminamos a mi casa. Esa media hora fue crucial para mi vida porque, a parte de conversar de mil cosas, conocí linda música. Linda música y lindas historias que había ya escuchado en Larcomar. Fue una agradable caminata pensando en gatitos y escuchando canciones de lunas. Definitivamente se jodió la navidad, así no nació Jesús, amigos, así no. La pasé tan excelente que, si pudiera repetirlo todo, lo haría sin dudas. Todo pasa por algo, yo conocí a un noble muchacho que, con sus diferencias, se parece demasiado a mí. Y él, como yo, merece ser muy feliz. 

¡Gracias, Arthur! 

viernes, 26 de diciembre de 2014

Un niño y su libro

 No me emociona la navidad. Los fuegos y las sonrisas son igual de artificiales, todo es tan vacío y triste que, desde hace unos años, preferiría quedarme dormida en lugar de 'celebrar'. Es por eso que siempre salgo los 25. Donde sea, de verdad, donde me lleve el viento. 

 El 23 tuvimos una cena muy linda en el trabajo. Sentada ahí, escuchando a mi jefe hablar, me puso triste pensar que era mi primera navidad lejos de mis amigos de GSS, después de seis años. Me acostumbré a sus abrazos y sus deseos navideños. Ha sido todo un año nuevo para mí, definitivamente haber llegado a la agencia ha sido un cambio radical y ese día, rodeada de los chicos, lo sentí más que nunca. Levanté la mirada y vi gente nueva y, en sus rostros, mi nueva vida. Agradezco mucho por eso. No saben cuánto. 

 El 24 me levanté demasiado tarde. No tenía ganas de nada, sentí que iba a ser un mal día pero todo se arregla simplemente llamando a alguien. No tenía mucho plan, quise ir a Barranco a comprar algo y terminé en la tienda de un amigo bebiendo pilsen y escuchando MamaLion. Excelente tarde al lado de Jano y el Yisus. Me compré dos discos geniales, "ropa hipster" y un collar (soy tan sencilla para ser feliz). Después, de la nada, llegó Víctor. Agradezco a la vida por haberme puesto a Vic en el camino, de verdad que ese niño es un buen amigo. Sabes que le importas a alguien cuando viene desde tan lejos solo para caminar, conversar o hacer nada. 

 Salimos de El Anexxxo (así se llama el local, mal pensado) y caminamos Víctor y yo en dirección desconocida. No había mucho de qué emocionarse, total, noche buena y mis pelotas. Fuimos a una feria cercana y vi a mi ex -ex, ex- y me quedé impactada no solo del susto, sino de lo extraño y wtf que fue verle después de cuatro años. Básicamente me pellizcó el brazo, me dijo "hey" y yo "hola" y volteé a seguir con mi vida. Debí ser más educada y al menos decirle "feliz navidad" pero de verdad me vale madres. Seguí caminando con Víctor y encontramos un stand de libros. Muy lindos todos, no tenía mucha plata pues, de lo contrario, me hubiera llevado varios. Pero algo en mí despertó.

 Vi al pequeño Víctor rodeado de lo que más le gusta -creo-: los libros. Él es un tipo tan inteligente y buen amigo que, habiendo venido desde tan lejos, el corazón se me hizo pasita y decidí hacerle un regalo muy lindo por navidad. Resulta que, quien atendía el stand, era nada más y nada menos que el autor de uno de esos libros, Germán Atoche. Él fue tan lindo que nos explicaba de qué iba su obra y nos decía que entremos al fanpage, la verdad que un chico bastante sencillo. Ya se imaginarán qué hice yo: le dije a Germán que le compraba un libro y, cuando me preguntó sobre la dedicatoria, dije el nombre de mi acompañante amigo. Se lo merece por ser tan lindo con esta loca tira caca. En serio.

 De esta manera sentí que podía retribuirle a este gran amigo las pocas pero valiosas cosas que hemos compartido juntos. Darle la vuelta a la página e intentar ser felices desde nuestros puntos débiles y crecer en conocimientos, experiencias y más. Gracias, sobrino. Espero que seas muy feliz.



sábado, 13 de diciembre de 2014

¡Vacaciones!

 Estoy demasiado contenta *bailando el waka waka* ok, no. ¡Pasé invicta! -Sí, me alegro porque de hecho pensé que jalaría Sociología- En fin, se acabó el ciclo y con él un año más de aprendizajes y muucha diversión. Vacaciones a mí. 

 No dormí cuatro noches seguidas, literalmente pegué el ojo dos noches por 20 minutos cada una. Fue muy difícil terminar mi plan de Marketing y mi proyecto de Sociología pero lo conseguí. Ahora solo quiero dormir y quién sabe, tal vez ir a la playa o a alguna reunión; tal vez, solo caminar y tomar una chela. Solamente quiero disfrutar de mis vacaciones porque, a diferencia del año pasado, esta vez sí las necesito. 

A mi mente vienen recuerdos de hace un año, de unas vacaciones bien divertidas y fuera de lo común. La pasé bonito. Este año me toca afrontar todo yo sola pero voy positiva y bueno, ya tengo planes para todo mi verano. Será un verano divertido, o eso espero. 

 Con respecto a toda la coyuntura navideña, no diré nada. Espero poder hacer mi post con el recuento de los momentos más importantes de mi 2014, ¡Nos leemos pronto! 

martes, 2 de diciembre de 2014

Ojalá

 La velocidad con la que pasan los días es increíble. Ha sido un mes muy bonito, lleno de nuevas cosas. Sentimientos tal vez, uno que otro, sobretodo el sentimiento de que todo se vuelve a unir y las cosas vuelven a tener sentido. 3 de noviembre, ¿recuerdas? Todo pasó demasiado rápido.

 Mis finales me tienen demasiado sensible. No dormí por cuatro días y ahora estoy con los nervios de punta pues, a decir verdad, el café no solo sirve para mantenerte despierto. Soy un manojo de nervios y de eso vine a hablarles.

 Me he vuelto a estresar. De esa forma en la que no sabes si algo es o no es, el estrés es infinito. No tengo tiempo, lo sé, pero me estresa saber que alguien quiere y no puede /  dice y no hace / siente y no demuestra. Me cansa pero siento que debo esperar porque así es la vida: el que no arriesga no gana y yo quiero arriesgar, así se pierda todo una vez más. 

 Ojalá dieran premio por ser buena gente. 

lunes, 10 de noviembre de 2014

Siempre

Se fue octubre, por fin. Se fue y se llevó muchas cosas lindas y otras muy feas, no quisiera recordarlas. Llegó noviembre y, cual chibolita amixer, le pedí que me sorprendiera y lo hizo. Empezó con una cachetada de realidad y continuó con una nueva... digamos... razón para sonreír. Es bonito volver a reírte de cualquier cosa cuando pasaste algunos días en las sombras. Es bonito volver a salir y ver días soleados o simplemente el mar. 

Escapé (adivinen a dónde...) sí, a Ica. Fue un fin de semana hermoso, empecé noviembre con el sol en la cara y con muchas cosas no tan claras pero feliz de todas formas. Esta vez no hubo correteo por Paracas ni llantos en la Huacachina, no. Todo fue felicidad y full chelas (jaja). La pasé increíble y, por segunda vez, hubiera deseado quedarme pero... la realidad es otra. Volví y mi 3 de noviembre fue el más horrible/hermoso del mundo. Aprendí algo valiosísimo a mi regreso y agradecí por ello después de una semana. Asimilar, aceptar, aprender, seguir, ser feliz. ¿Cómo no hacerlo? Hay millones de motivos, millones de colores.

 Necesitaba a alguien que me pusiera en mi lugar, que recoja el estropajo que era y me de una buena golpiza de realidad. Gracias. Les juro que, después del 3 de noviembre, soy otra persona. Solo necesité unos ojos gigantes que miraran de frente. Más que palabras, me encanta el lenguaje de los ojos.

 El tiempo libre después de trabajar, cuando ya no tienes clases ni qué leer ni qué estudiar, es valiosísimo. Volví a la pintura, volví al malecón de noche y volví a encontrar amigos que creí perdidos. Hace una semana pensé que me habían hecho mucho daño; hoy pienso que simplemente me empujaron a la felicidad. 

martes, 9 de septiembre de 2014

Salud por Timoti Huever

 Cuando uno es chibolo, todo le parece nuevo y genial. El gobierno es una mierda, la sociedad apesta y Dios no existe. Cualquiera sea tu género musical favorito, siempre quieres estar en todos los lugares del momento, con esa gente chévere con la que te rodeas. Esa gente que comparte tus gustos y tus modas. A todos nos ha pasado, a todos nos han sorprendido tal vez las mismas cosas y las mismas canciones, en su momento, nos han hecho sentir lo mismo una y otra vez. Todos hemos llorado con amigos, todos hemos saltado y hemos pensado que esas amistades son sinceras, para siempre y lo mejor que nos ha pasado. 

 Sucede que, mientras estás en ese vaivén de la vida, te enamoras. Sabes que así es pues dejas de hacer algunas cosas, ya no frecuentas a la misma gente y cambias uno que otro hábito por pasar más tiempo con aquella persona. Te enfrentas a comentarios de amigos y amigas, te enfrentas a que te digan pisada o pisado, y un sinfín de tonterías que, a la larga, agradeces. Recuerdo haberme encontrado yo, a mis veinte años, en una escena parecida. Era, en aquellos tiempos, una chiquilla bastante tímida, amante solamente de la música punk y todo lo nuevo que veía en los afiches de jr. Quilca. Tenía amigos, tenía gente con la que me encontraba siempre para ir a todos lados y amigos con los cuales me encantaba compartir. Algunos siguen hasta hoy, algunos menos mal que no. 

 Estaban de un lado mis ganas de vivir la vida loca y seguir envuelta en ropas negras y gritos locos en los conciertos del centro y, por el otro, mi deseo de estar con este muchacho pues, valgan verdades, se estaba ganando mi aprecio y a veces hasta pena me daba no incluirle en mis borrachosos planes. "Hay que tener fuerza de voluntad", escuché una vez. Fuerza de voluntad para no cagarla y volver donde, la persona que te quiere, te espera tranquilo, dispuesto a escuchar todas tus aventuras después de un concierto. Pensé que lo estaba haciendo bien, pero no. Sí la cagué y aunque no hice nada malo, hice daño. Me arrepiento feo y no por él, sino por mí. Hay oportunidades y oportunidades, algunas no las tomé y qué bueno; algunas, las vi pasar y las hice mías. Preferí seguir en mi chibolada, él se fue.

 Ahora me enfoco más en cosas -digamos- trascendentes (solo digamos, imaginemos que es así). Sé que lo importante no es cuántos amigos te digan "que te entienden", sino que una sola persona te diga que te quiere. 


No extraño estas épocas, porque ya no forman parte de mi vida.

No me reconocerán jamás :D 





miércoles, 2 de abril de 2014

Ariadna no quiere bulla

 Ariadna no quiere bulla. Así me lo ha hecho saber y yo le respeto, por eso cierro las ventanas. Todos los niños del salón de 1er grado ya salieron como balas apenas sonó la campana de recreo, pero ella se tapó los oídos y se me acercó corriendo para hundir su cara en mi mandil. No quiere, no le gusta la bulla.

 Me habían advertido que podía ser difícil lidiar con niños con autismo, pero yo no les creo. Nunca les creí. Es difícil para aquel que, simplemente, no sabe lidiar con niños en general. Yo siempre tuve ese "no sé qué", ese "qué se yo" que me permitía tener un acercamiento más personal con cada uno de mis alumnos, y es que cada uno tiene su propio mundo. Es cierto que Ariadna era, a primera impresión, diferente, si, pero si la mirabas más de cerca era completamente igual a ti, a mí, a todos. Su autismo sólo se notaba cuando estaban los demás mirándola.

 Recuerdo vagamente mis días con ella, pues no fui su profesora por mucho tiempo. Sólo me acuerdo de su canción favorita: Sin tomar aliento estoy... rodeado de calor, ¡escucha! Tengo que respirar, y respirar... La directora me dijo que su mamá la cantaba siempre y a ella se le había pegado. Era increíble escucharle cantar cuando todos se iban. A veces pintaba con una destreza alucinante para sus seis años y armaba rompecabezas en segundos. Usaba dos colitas y unos ganchos verdes. Era su color favorito, también, por eso todo me lo pintaba de verde: el mandil, la mesa, la cara con la témpera. Toda la fiesta empezaba cuando los demás corrían al recreo. 

 Hoy, 2 de abril, es el día mundial de la concienciación sobre el autismo. Está bien, lo acabo de leer en un news feed, tal vez de Facebook, tal vez de Twitter, pero me sirvió para recordar a esta pequeña que, durante los ocho meses que enseñé inglés en aquel colegio de Surco, me hizo la persona más dichosa del mundo. Gracias Ariadnita, por confiar en mí y por compartir conmigo un poquito de tu mundo, aquel que no compartías con nadie más. 

lunes, 17 de febrero de 2014

"¿Y cuándo nos vemos?"

 Las buenas y malas noticias son parte del día a día. A veces nos sorprenden cuando menos lo esperamos y, es ahí, cuando nos cuestionamos muchas cosas de la vida. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Es justo? Nadie sabe. Nadie realmente sabe. Pocos entienden la muerte como "el paso a mejor vida" o "el encuentro con Dios". Yo no lo entiendo así. Yo no creo en la vida después de la muerte. 

 Hace unas semanas, recibí la noticia de que una amiga mía había fallecido. Bueno fuera que la hubiera realmente recibido, como cuando te llaman y te lo dicen. No. Yo me enteré por las publicaciones de otras personas en su muro de Facebook. Era martes y el velorio se hizo a la medianoche en Surquillo, así que me reuní con Renzo y fuimos a darle el último adiós. Fue bonito ver a mis ex compañeros de Cibertec y recordar junto a ellos algunos pasajes de aquellos tiempos, cuando nos burlábamos de los wachiturros y molestábamos a la chata con esos bailes y música de moda.

 Me acerqué a verle cuatro veces. Sé que no a muchos les gusta hacerlo, pero yo lo sentí como despedida. Ver por última vez su rostro maquillado y sus joyas. Su nariz bonita y sus uñas largas y pintaditas. Así era ella: toda una mona para la pintura y el peinado y esas cosas bonis de mujeres. Pensé muchas veces en que no era justo que, a su edad, le haya avanzado tanto el cáncer. "Nadie tiene la vida comprada" dicen... "Cuando te toca, te toca" dicen... Huevadas. Las palabras de consuelo, en esos momentos, no sirven de mucho. Ella era inteligente, bonita, desenvuelta y toda una wachiturra. Ella llegaba a su casa cuando salía el sol... Nada tiene sentido, nada es justo.

 En pocos días, se cumple el primer mes de su muerte. Algunos harán sus vidas con normalidad; otros, tal vez vayan a la misa; los demás, puede ser que no lo recuerden. Irónicamente, ese día tengo un bautizo. Será extraño el pensar en la vida y la muerte al mismo tiempo. Será horrible recordar que, semanas antes de morir, me escribió al Facebook: "¿Y cuándo nos vemos? Quiero hablar contigo". No sabes cuánto me muero por hablar contigo en estos momentos, mientras nos reímos de alguien en la plaza de Barranco. 

martes, 11 de febrero de 2014

El globo corazón

 Tal vez era 1998 o un poco más, no sé. Era verano y todos los chibolitos de mi ex barrio en Lince corrían a llenar sus globitos con agua para jugar los famosos carnavales. Disculpen, pirañas, pero antes jugábamos sanamente y no como ahora, metiendo mano y tirando pichi. En fin.

 Vagamente recuerdo que todos nos empinamos en la azotea del edificio para ver a nuestras víctimas. Uno a uno íbamos atacándolos con globos, baldes, nadie se nos escapaba. Hasta una pareja que, aprovechado la esquina sabrosa empezó a chapar, fue atacada por nuestras bombas y bañados al instante. Los globos caían del cielo y todo transeúnte -sin distinción de edad, sexo, religión ni raza- era mojado por un grupo de niños de no más de diez años. Éramos unos pillines.

 Sin embargo, nuestros globos se estaban terminando y ya las propinas las habíamos gastado en mojar a casi todo el distrito, por lo que no nos quedó más remedio que atacar a baldazo limpio. Adiós el glamour y bienvenida la salvajada, optamos por lanzar desde jarras hasta vasitos de agua, todo con tal de bañar a quien osara pasar por nuestra acera. Mi en ese entonces adolescente hermana mayor, batuteando a la mancha de chiquitos que éramos nosotros, nos llevó al departamento y sacó algo que jamás se nos hubiera ocurrido ni en nuestras peores alucinaciones: un globo de corazón número 8. Asombrados vimos cómo se llenaba de agua, como aumentaba su tamaño y cómo copaba toda la tina donde pensábamos transportarlo. Ayudamos entre todos a cargar nuestra ahora más poderosa arma y nos asomamos nuevamente en la azotea. Nuestra víctima final tenía que realmente merecer ese globazo de agua.

 Esperamos un buen rato hasta que apareció. Tenía polo blanco y estaba como perdido, como buscando una dirección. Se quedó parado justo debajo de nuestra atenta mirada y nuestro globo. Todos los chiquillos miramos a mi hermana mayor y ella, sin pensarlo dos veces, dejó caer el inmenso corazón lleno de agua desde un sexto piso y directo a la cabeza de ese muchacho al que -creo- ella le tenía mucho odio. Hubiera sido gracioso si éste siquiera se reventara y mojara a su víctima, pero no. Rebotó de su cabeza (tumbándolo de un solo golpe) y llegó a la luna de un carro estacionado, aplastando el capó y activando su alarma. Todos nos tiramos al piso y, desde abajo, se oían carajos y amenazas de denuncia por parte del dueño del station wagon. Nos metimos en grandes problemas.

 No sé; de hecho nunca supe si el dueño del auto realmente subió a buscar a mi mamá, pero cuentan que fue todo un chongazo, que hasta quisieron llevarla a la comisaría y pegarle a mi padrastro. Del pobre chico sólo supe que se levantó y que estaba buscando a mi hermana y que todos nos odiaron mucho y por muchos días. Los carnavales nunca fueron tan divertidos como los de mi infancia. 

Debe doler un montón