sábado, 23 de junio de 2012

La gemela maligna.

Siempre he pensado que cada persona en este mundo tiene un doble. No, no tu hermana/o gemela/o, no. Un doble de verdad, que no conoces y que está por algún lugar de este mundo haciendo exactamente lo que a ti te gustaría hacer y viviendo la vida exactamente como a ti te gustaría vivirla. Total, como leí alguna vez en algún libro cuyo nombre no recuerdo, solo tenemos dos ojos, una nariz y una boca y no pueden existir muchas combinaciones de rostros en todo este mundo. Personalmente, he tenido más de un encuentro con chicas parecidas a mí, y a pesar de que nunca le tomé importancia, me pasó una vez algo que realmente me asustó.

Era Agosto del 2008, estaba yo en el aeropuerto Jorge Chávez, no recuerdo si iba o si ya había vuelto de Cajamarca, y estaba parada mirando a la nada, esperando algo, cuando de repente se abrió una puerta y apareció: Tenía mis ojos, mi nariz, mi boca, mis dientes, mi cabello, mi color de piel y mi tamaño. Era como verme en un espejo. Ella venía con una maleta de rueditas, y tenía una polera medio fucsia. Venía riendo, y reía como yo. Me quedé mirándola con la sorpresa digna de un momento así, y de la nada ella levantó la mirada y quedó justo en frente de mí. Se le borró la sonrisa del rostro, y su rostro serio era igual al mío. Me escaneó con la mirada y luego huyó, sin decir palabra alguna corrió, como si estuviese muy asustada. Volteé a ver por donde iba, pero se perdió entre la gente, y decidí que por bienestar de ambas era mejor que yo no la siguiera.

Algún tiempo después, estaba yo en el Icpna con unos amigos, en el paradero de la avenida Angamos. El semáforo se puso en rojo, los carros se detuvieron y mi amigo me tocó el hombro. Volteé y la vi en la combi. No sé si era ella, pero pasó igual: se quedó idiota, me miró de pies a cabeza y se le nublaron los ojos. Nos miramos por aproximadamente diez segundos antes de que la combi arrancara embalada ante el cambio de luz. Todos mis amigos se quedaron cojudos. No sé y nunca sabré explicar ese momento tan incómodo.

De joda empecé a preguntarle a mis padres si es que yo tenía una hermana gemela o nos habían separado tipo "Cómplices al rescate" y ella era la gemela rica y famosa y yo la misión imposible -No me juzgues, mierdita-. Cada uno por su lado se cagaba de risa ante mi pregunta con ejemplo de telenovela infantil: Mi papá me dijo: "bueno, qué se yo, seguro es mi hija pero de que no tiene tu edad, no tiene tu edad, no le digas a tu madre" y otra vez se cagaba de risa. Mi mamá, por otro lado, me decía: "ay estás creyendo sonseras, es tu cara que es muy común" -Qué buen apoyo- Igual siempre me quedó y me quedará la duda. De hecho esta mujer está haciendo lo que yo quiero hacer, y vive su vida como yo quisiera vivirla. Quien sea, es preciosa. Se parece a mi, pe.

¿Y si fuera mi hermana gemela? ¿O mi gemela maligna? Siempre me quedará esa pregunta. Aunque no le veo coherencia alguna me gusta alucinar que lo es, y me gusta volar en el espacio pensando en volverla a ver algún día y darle un abrazo, compartir un café, conversar un poco de muchas cosas. ¿Donde estará? ¿Donde vivirá? algún día definitivamente quisiera verla, y gritarle en la cara ¡Te analizo y te comprendo, maligna gemeli! -Mucha televisión.

domingo, 17 de junio de 2012

Si, mamá, me hacían bullying.

 Si, mamá, me hicieron bullying en el Fanning. No sé por qué, no sé cómo, pero yo siempre fui -desde tercero de primaria hasta segundo de secundaria nomás ah- bien flacuchenta, bien mongola y bien sumisa. Eso sí, siempre fui amiguera, aunque suene contradictorio, hacía chongo, pero poquito nomás, y con mi grupo de amigas, esas amigas que ya no lo son más. Todas (o al menos varias) de las chicas de mi salón me agarraban de lorna, y la vida en un colegio de mujeres fue para mí muy difícil. 

 Estaba en segundo de secundaria, año 2003, en pleno auge de las calatas de Axe Bahía -y lo menciono porque entre las cosas que involucran mi pasado oscuro están estos bailes de satanás, los cuales yo sabía de memoria y reproducía en todos lados- Yo era un cague de risa de vez en cuando, cuando no estaban molestándome. Recuerdo que de vez en cuando me iba a llorar a un salón desolado, que tenía la ouija pintada en la pared, y dejar de entrar a clases. Lloraba en el baño, lloraba en el salón, lloraba fuera del salón, lloraba en todos lados. Pero rara vez delante de una de las chicas del aula. Porque, aparte, me hubieran jodido de llorona.

 Había jalado matemática en primero de secundaria, lo que no me permitía jalar mate en segundo, en general no podía jalar más de tres cursos porque repetía el año. Recuerdo que estaba hasta las huevas en todos los cursos, excepto comunicación integral, educación física y arte. Todos los demás (matemática, religión, ciencia y ambiente, educación para el trabajo, Ciencias sociales, etc.) estaban con unas notas vergonzosas, y todo eso era por una simple razón: Me la pasé prácticamente todo el año en el salón de la ouija, leyendo "El amor en los tiempos del cólera" y posteriormente el mejor libro que pude leer en mi etapa escolar: "La palabra del mudo - Antología" y aunque ya lo había leído en quinto de primaria, volverlo a leer no hizo más que ocacionar, muy a parte de mi felicidad infinita, que yo repita el año con cinco cursos jalados. Con decir que toda la semana de exámenes yo estaba en el salón de arriba terminando de leer "los gallinazos sin plumas" No pues... con razón no tenía ninguna nota. Ya se imaginarán cómo la pasó mi madre cuando se enteró que yo repetía el año: lloró con una pena... que hasta a mí me dolía haber sido TAN imbécil y haberme dejado manipular tanto por un grupo de idiotas que ni siquiera pasaban los catorce. Pero a pesar de eso, y a pesar de que nunca le conté lo mal que me fue en mis dos primeros años de secundaria, ella me apoyó. Claro, pensó que había repetido por bruta, pero me apoyó.

 No hice travesura alguna hasta que me pasé a la tarde, eso fue el desmadre total. Como a toda buena -o mala- repitente del Fanning (y supongo que cualquier colegio nacional) me mandaron a la tarde. Mi vida cambió por completo, conocí a las más faites del colegio, me topé con la auxiliar más buena y generosa de todas y conocí a una chica en especial, de quien aprendí a ser como soy ahora (una basura) pero solo en el buen sentido de la palabra. Para variar, nunca falta el grupito de malditas que te quieren hacer la vida imposible, y sí que lo había. Pero estas nuevas amigas jamás me dejaban sola, es más, peleábamos juntas. Fui policía escolar (JAJAJA) y posteriormente policía ambiental (me di cuenta que más me gustaba cuidar la naturaleza del colegio, y me la pasaba mirando quién mierda botaba basura al pasto para azotarla con mi palo de madera) y fui tercer puesto en el salón, por los primeros trimestres. En todo el año 2004 me dediqué a hacer mis tareas, a leer después del colegio mis apuntes de los cursos, fui una niña tranquila a comparación de mis compañeras, que no desaprovechaban una sola oportunidad para irse a perrear a "Los botes", lugar al que me quisieron llevar, pero gracias a Apolo jamás acepté.

 Se acabó el año escolar y yo estaba dispuesta a volver al turno mañana y demostrarles a todas lo mucho que había cambiado, así que mi bella madre atracó y fue a matricularme. Me despedí de todas mis amigas pirañas de la tarde, de mi auxiliar querida, de la que me enseñó a ser quien soy, de las locas de los botes y de las maldits que -me olvidé- no les conté que al final terminaron convirtiéndose en mis amiguis. Entonces, escribí una nueva historia en las aulas matutinas.

 Tercero de secundaria, año 2005. Obviamente tenía miedo de volver, pero con las experiencias adquiridas y todo lo aprendido en el turno de la tarde, en realidad no fue tan difícil. Mi salón parecía ser un salón normal, al menos no había gente mala onda. Por el contrario, todas las chicas eran tranquilas y buenas. Hice amistad casi al instante con Nataly, a la que siempre joderé porque a los dos días de conocernos me dio un anillo de "amistad por siempre" cosa que me pareció de lo más normal, me encantó. Las gemelas que me cayeron de la putamadre apenas las conocí y con quienes hice una amistad bastante fuerte, en fin, todas las chicas del salón eran lo máximo. Con ellas estuve los tres años que me quedaban en el colegio, tercero, cuarto y quinto. Fueron los tres mejores años de mi vida escolar, ya no era tímida, ni flaca, ni mongola. Era fea, si, pero ya no tanto. Me volví una cagada, aprendí a tomar vino, tuve mi primer enamorado, bailé mi primer perreo hasta el suelo (con una mujer en el bailetón, pero bailé), me volví tan extrovertida que ya por lo menos hasta salía con las chicas a pasear, llegaba tarde a mi casa, y lógicamente descuidé los estudios. Jalé muchos otros cursos, pero siempre cuidándome de no repetir, eso sí. Iba a cada rato a O.B.E (Oficina de Babosas y Estúpidas, como llamaba al lugar una amiga), me tildaban de malcriada, de jodida, hasta el profe de arte me dijo que era una maníaco depresiva. ¡¿Qué?!

¡El mejor profe de historia! - Junto a Choque.
 En cuarto de secundaria creo que hice la travesura más pendeja de toda mi vida escolar. Gracias a ella me tildaron de atea, demonia, futura pecadora e hija de satanás. Bueno, no se equivocaron tanto. Resulta que yo tenía una profesora de Religión, que muy a parte de tener el curso más aburrido del colegio, era particularmente graciosa. Era chiquita, gordita, con lentecitos y siempre tenía una faldota y unas botitas que no calzaban más de 35, estoy segura. Ahora que lo pienso mejor, luego de seis años, me da cólera haberlo hecho, en realidad me arrepentí al instante de haber cometido mi salvajada. Estábamos solas luego del cambio de hora, esperando a la profesorcita. Las tizas en la pizarra, la silla de madera grande y de color oscuro, pensé "tengo que hacer algo". López y Carbajal me dijeron que pinte la silla, para que cuando la profe se siente, se le quede grabado en el poto. Yo cogí una tiza rosada, y sin pensarlo dos veces escribí, grandote y al revés para que quede bien visible en el potazo de la miss: LUCIFER. Nos cagamos de risa y nos fuimos a sentar cuando una de las chicas dijo que ya venía la pequeña profesora. Lo que sucedió a continuación, para mi mala suerte, fue que la profe en lugar de sentarse, se quedó parada y pidió una "revisión de uñas". Yo, lógicamente, tenía tiza rosada hasta la muñeca, y me chupaba los dedos para borrar rastro del rosado polvo, pero fue demasiado tarde: tenía a la religiosa maestra delante de mí, mirándome desafiante y con una cara que parecía el mismísimo diablo. Me mandó a la dirección y me jaló con 10 por TODO EL AÑO. Vaya manera de perdonar al prójimo, ah.

La clásica foto de la promoción
 Luego de eso no recuerdo otra cosa extraordinaria que haya hecho en el colegio, en cuanto a travesuras se refiera. Lo demás eran palomilladas, recuerdo que en quinto teníamos una profesora de arte que nos enseñaba a bailar marinera y para ese entonces mi mamá me había comprado unas zapatillas bien pendejas modelo floricienta (Troll mom) y un día me puse la falda de marinera, me amarré la blusa a la cintura (cuando tenía) y salí con las zapatillas puestas a hacer un baile en el balcón. Según yo, era un baile español. Me tuve que soplar la chapa de "floricienta de acho" por casi dos meses. O cuando nos enamoramos del "conserje" Marcio, un chico que estaba tan jodidamente bueno , que ni parecía el chico de mantenimiento. Lo acosábamos, lo perseguíamos, nunca le hablamos, pero la pasamos bien con el Stalkeo. En clase de educación física, mientras hacíamos nuestros ejercicios en el patio, él se mojaba el cuello en el caño del costado. Solo le faltaba quitarse el polo para que Sofía y yo corriéramos a toquetearlo. Así de alborotadas. Hubo peleas en el baño, con chicas de otro salón, evasiones de formación todos los Lunes, gritos a profesores injustos, insultos, más palomilladas, más estupideces, viajes, paseos. Hubo de todo, y nunca fue suficiente. 

 De mi promoción guardo recuerdos muy hermosos, y curiosos. Fui la piraña del salón, fui "el chibolo" como me llamaban algunas, por mi parecido al chibolo de la gran sangre, fui el futbolista, el macho del salón. Fui "La niño". Tuve una mejor amiga en quinto, pero ahora no sé quién es ella, o tal vez ella no sabe quién soy yo. La persona con la que menos relación tuve en el salón es ahora una de mis mejores amigas y las madres son muchas, y todos sus hijos son mis sobrinos preciosos. TODOS. No me arrepiento de haber repetido, de haber leído en el salón de la ouija, de haber tomado vino, de haber sido tan relajada. Tampoco me arrepiento de lo de floricienta de Acho. JAJAJA. Perdón.