Hace dos días, yo ni pensaba que esto iba a pasar. Me había quedado con Maribel en el trabajo hasta muy tarde y leí una publicación en el Facebook que me dejó más estúpida de lo normal: "Tengo dos entradas para el Rock'n'Roll All Stars, al medio. Precios al inbox". Le mandé un inbox inmediatamente y le dije al buen Pepito que YO quería las dos entradas. Quedamos cómo, cuándo y dónde me las entregaría, y empezó mi euforia. Yo ya me había resignado a no asistir al concierto por falta de plata, pero esto cayó perfecto, y muy barato. El concierto más esperado del año para todo amante del Rock, para todo fanático empedernido de los Guns'n'Roses, del lengüón del Gene Simmons, de Sebastian Bach, etc, etc, etc. Les contaré qué tal me fue ayer.
Me escapé un rato del trabajo para irme a la Universidad San Martín de Porres, que queda por Surquillo. Fui a buscar al pequeño Pepito para que me entregue las entradas. Supuestamente iría al concierto con Maribel, mi fiel acompañante a todo concierto rockero (véase el concierto de los RHCP), pero a última hora se desanimó, porque según ella no se sabía las letras, y no le gustaban todos y bla, bla, bla, por eso decidí ir con un amigo, que se alegró cuando le dije que tenía una entrada más. Cuando tuve las entradas en mis manos y ya faltaban pocas horas para el concierto, no lo podía creer, y aunque eran para la zona del medio no me importó, fue prácticamente un "A nada" bien merecido. De regreso al trabajo terminé mis cosas para poder salir a las 6 en punto y me cambié de ropa para no ir tan fresa al concierto: me puse mi polo negro, mis tabas asquerosas y mi correa de púas, dejé mis tacos y mi cartera en la oficina y salí corriendo rumbo al puente trujillo, para tomar el carro rumbo al rock'n'roll y media hora después, me encontraba corriendo como una loca por todo el Jockey, para llegar al lugar exacto del concierto.
Una vez adentro, no tenía cómo tomar fotos, porque no había llevado cámara, así que le dije a mi amigo que tomara unas cuantas para la posteridad. Era feliz, estaba justo en la reja que dividía mi zona con la de adelante, sentía envidia por todas esas almas de negro que tenían mejor visión del escenario y sus artistas que yo. Me tomé una chela y me tumbé al piso a mirar el cielo, tenía que ahorrar energías para lo que venía, tenía que ahorrar energías para dejar que la adrenalina del rock'n'roll invada todo mi cuerpo. Lo mejor estaba por comenzar.
Todo empezó muy rápido, a las nueve de la noche en punto, o tal vez antes. La gente se desgarraba las vestiduras, gritaba y brincaba de un lado a otro mientras los músicos hacían su entrada triunfal al ritmo de La Valkiria de Richard Wagner. Me quedé cojuda, mirándolos caminar. La guitarra nos daba una calurosa y desenfrenada bienvenida a la jungla, cuando Welcome to the jungle empezó a retumbar en nuestros oídos. La gente lanzaba cerveza, el pogo se armó prácticamente a nuestro lado y un Sebastian Bach enloquecido empezó a agitar a la multitud, convirtiéndola al instante en su fiel esclava. A partir de ese momento, y cuando empezó otra de los Guns, It's so easy, me transformé en uno más de los muchachos asistentes, empujé, pateé e insulté como cualquier otro hombre hubiera hecho (ya les había explicado lo de mi trance conciertero) y luego el corazón se me detuvo cuando empezó a sonar Youth gone wild, donde todos saltaban alto y coreaban tal vez el himno de sus propias vidas. Not my case. Luego de esa canción, vino Whole lotta love, de mis cuatro amores de Led Zeppelin. No me gustó como la interpretaron, me quejo. Después de semejante daño que le hicieron a una de las mejores canciones del Hard Rock, vino una de The Cult, Wild Flower, con esa sí brinqué como animal, o sea como siempre.
Llegó el momento para Glenn Hughes, ese tío ex bajista de Deep Purple, y también ex vocalista de Black Sabbath, quien fue aplaudido por todos los demonios de esa noche. Con casi sesenta años, todo viejito, se lanzó con Highway Star, luego con Fire Woman, Wild Forever y Burn. Este viejo sabe lo que es llevar el Rock en la sangre. Y mientras todos saltábamos como bestias, aparecían uno a uno, los integrantes de Alice in Chains, The Cult, Ed Rowland de Collective Soul, y Joe Elliott.
Seguimos así por muchos minutos más, saltando, gritando, aplaudiendo, pogueando y sudando como chanchos. En el momento en que Joe Elliot cantó Animal de Def Leppard, yo me fui a buscar una miserable botella de agua al fondo porque moría de sed. La compré, y cuando quise regresar a mi lugar, algún demonio de la noche me jaló con él al pogo. Me lanzaron de un lado a otro, pateé unas cuantas cabezas, unas cuantas extremidades. Encima me robaron mi botella de agua y se la tomaron entre todos. Ya se imaginarán lo que yo hice: agarré a puñetes al causante de todo esto, y tal vez a uno que otro que se había tomado mi agua. Empujé e insulté a la tipa horrorosa que me había jalado de los pelos (y sin razón aparente) y amenacé con sacarles la mierda a todos ellos si es que no me compraban una nueva botella. El demonio de la noche me pidió perdón en todos los idiomas, me llevó nuevamente al puesto de las bebidas y me compró una Inca Kola. Volví con mi sorbete entre los dientes y miré a todos, uno por uno. Sus rostros no se me olvidarán jamás (en realidad ya los olvidé). Caminé rumbo a mi lugar, cantando Pour some sugar on me, cuando un chico con un polo de Jack Daniel's igual al mío me abrazó de la nada y me dijo en el oído "I'm hot, sticky sweet, from my head to my feet, yeah" -No sé si quería ser sexy o qué- Seguí caminando luego de zafarme de sus apestosos brazos y me sentí perdida: Todos estaban de negro y de espaldas. Reconocí a mi amarillo amigo (el único gay que va con polo amarillo chichero al Rock'n'Roll all stars) y a mi otro amigo a su lado, así que me planté con ellos y ya no me moví.
Luego de eso, vino, a cargo también de Elliot, una canción que reconocí recién por el coro: All the young dudes, de David Bowie y Mott the Hopple, una canción muy emotiva que casi nadie cantó, y luego vino la parte emocionante cuando McKagan, Matt Sorum y Clarke tocaron un set acústico con Knocking on heaven's doors, de Dylan, You can't put your arms around a memory, y esta empalmó, para mi sufrimiento eterno, con Patience. Encima terminaron con Paradise City, osea ya me imaginan metiendo derechazo limpio y pura patada, y con lágrimas en los ojos de la emoción por las dos últimas canciones. Fue lo máximo.
El momento más esperado para muchos menos para mi, fue cuando apareció mister lengüa, Gene Simmons, y se quedó parado mientras todos le aplaudían, y yo renegaba porque me parecía muy creído ese huevón, y no canté ninguna de sus canciones, excepto la última, I wanna Rock and Roll all nite (an pari everidey) y fue antes de esa canción que descubrí que uno de mis amigos acompañantes había perdido mi celular. Renegaré por siempre con ese huevón.
Definitivamente fue un buen concierto, Matt Sorum salió y prometió que volverían a Lima, ojalá se de algo así más adelante, pero, por favor, que vengan más artistas, y mejores... propongo a Jimmy Page, Robert Plant, Eric Clapton, Mark Knopfler, qué se yo.
¡ROCK AND ROLL!
Una vez adentro, no tenía cómo tomar fotos, porque no había llevado cámara, así que le dije a mi amigo que tomara unas cuantas para la posteridad. Era feliz, estaba justo en la reja que dividía mi zona con la de adelante, sentía envidia por todas esas almas de negro que tenían mejor visión del escenario y sus artistas que yo. Me tomé una chela y me tumbé al piso a mirar el cielo, tenía que ahorrar energías para lo que venía, tenía que ahorrar energías para dejar que la adrenalina del rock'n'roll invada todo mi cuerpo. Lo mejor estaba por comenzar.
La hembra de Sebastian Bach |
Todo empezó muy rápido, a las nueve de la noche en punto, o tal vez antes. La gente se desgarraba las vestiduras, gritaba y brincaba de un lado a otro mientras los músicos hacían su entrada triunfal al ritmo de La Valkiria de Richard Wagner. Me quedé cojuda, mirándolos caminar. La guitarra nos daba una calurosa y desenfrenada bienvenida a la jungla, cuando Welcome to the jungle empezó a retumbar en nuestros oídos. La gente lanzaba cerveza, el pogo se armó prácticamente a nuestro lado y un Sebastian Bach enloquecido empezó a agitar a la multitud, convirtiéndola al instante en su fiel esclava. A partir de ese momento, y cuando empezó otra de los Guns, It's so easy, me transformé en uno más de los muchachos asistentes, empujé, pateé e insulté como cualquier otro hombre hubiera hecho (ya les había explicado lo de mi trance conciertero) y luego el corazón se me detuvo cuando empezó a sonar Youth gone wild, donde todos saltaban alto y coreaban tal vez el himno de sus propias vidas. Not my case. Luego de esa canción, vino Whole lotta love, de mis cuatro amores de Led Zeppelin. No me gustó como la interpretaron, me quejo. Después de semejante daño que le hicieron a una de las mejores canciones del Hard Rock, vino una de The Cult, Wild Flower, con esa sí brinqué como animal, o sea como siempre.
Joe Elliott (obviamente de joven) |
Llegó el momento para Glenn Hughes, ese tío ex bajista de Deep Purple, y también ex vocalista de Black Sabbath, quien fue aplaudido por todos los demonios de esa noche. Con casi sesenta años, todo viejito, se lanzó con Highway Star, luego con Fire Woman, Wild Forever y Burn. Este viejo sabe lo que es llevar el Rock en la sangre. Y mientras todos saltábamos como bestias, aparecían uno a uno, los integrantes de Alice in Chains, The Cult, Ed Rowland de Collective Soul, y Joe Elliott.
Seguimos así por muchos minutos más, saltando, gritando, aplaudiendo, pogueando y sudando como chanchos. En el momento en que Joe Elliot cantó Animal de Def Leppard, yo me fui a buscar una miserable botella de agua al fondo porque moría de sed. La compré, y cuando quise regresar a mi lugar, algún demonio de la noche me jaló con él al pogo. Me lanzaron de un lado a otro, pateé unas cuantas cabezas, unas cuantas extremidades. Encima me robaron mi botella de agua y se la tomaron entre todos. Ya se imaginarán lo que yo hice: agarré a puñetes al causante de todo esto, y tal vez a uno que otro que se había tomado mi agua. Empujé e insulté a la tipa horrorosa que me había jalado de los pelos (y sin razón aparente) y amenacé con sacarles la mierda a todos ellos si es que no me compraban una nueva botella. El demonio de la noche me pidió perdón en todos los idiomas, me llevó nuevamente al puesto de las bebidas y me compró una Inca Kola. Volví con mi sorbete entre los dientes y miré a todos, uno por uno. Sus rostros no se me olvidarán jamás (en realidad ya los olvidé). Caminé rumbo a mi lugar, cantando Pour some sugar on me, cuando un chico con un polo de Jack Daniel's igual al mío me abrazó de la nada y me dijo en el oído "I'm hot, sticky sweet, from my head to my feet, yeah" -No sé si quería ser sexy o qué- Seguí caminando luego de zafarme de sus apestosos brazos y me sentí perdida: Todos estaban de negro y de espaldas. Reconocí a mi amarillo amigo (el único gay que va con polo amarillo chichero al Rock'n'Roll all stars) y a mi otro amigo a su lado, así que me planté con ellos y ya no me moví.
Luego de eso, vino, a cargo también de Elliot, una canción que reconocí recién por el coro: All the young dudes, de David Bowie y Mott the Hopple, una canción muy emotiva que casi nadie cantó, y luego vino la parte emocionante cuando McKagan, Matt Sorum y Clarke tocaron un set acústico con Knocking on heaven's doors, de Dylan, You can't put your arms around a memory, y esta empalmó, para mi sufrimiento eterno, con Patience. Encima terminaron con Paradise City, osea ya me imaginan metiendo derechazo limpio y pura patada, y con lágrimas en los ojos de la emoción por las dos últimas canciones. Fue lo máximo.
El momento más esperado para muchos menos para mi, fue cuando apareció mister lengüa, Gene Simmons, y se quedó parado mientras todos le aplaudían, y yo renegaba porque me parecía muy creído ese huevón, y no canté ninguna de sus canciones, excepto la última, I wanna Rock and Roll all nite (an pari everidey) y fue antes de esa canción que descubrí que uno de mis amigos acompañantes había perdido mi celular. Renegaré por siempre con ese huevón.
Definitivamente fue un buen concierto, Matt Sorum salió y prometió que volverían a Lima, ojalá se de algo así más adelante, pero, por favor, que vengan más artistas, y mejores... propongo a Jimmy Page, Robert Plant, Eric Clapton, Mark Knopfler, qué se yo.
¡ROCK AND ROLL!
*La única foto (encima robada) es que no llevé cámara. Fue.