Era domingo (5 de Julio del 2009 para ser más exactos) y yo caminaba por una avenida de San juan de Miraflores. El frío era espantoso y yo apresuraba el paso cuando, de pronto, vi esa bolsa de basura tirada en una esquina. Era de esas bolsas que no le importan a nadie; y no me hubiera importado si es que esta bolsa no se hubiera movido cuando yo me acerqué. Al principio pensé que eran solo intrusas cucarachitas que buscaban su festín entre los restos de la basura pero, al alejarme, escuché un debilucho maullido proveniente de esa misma bolsa. Sin pensarlo dos veces me acerqué, me arrodillé y puse un dedo en el plástico y, como era de esperarse, una uñita se me incrustó inmediatamente. Me pareció haber visto un lindo gatito.
Desgarré el polietileno barato y una cabecita de no más de diez centímetros de diámetro se asomó, y lo primero que hizo al ver mi cabello suelto fue ponerse a jugar con él, y conseguir arañarme la mitad de la cara. Estaba con todos los pelos erizados y las pupilas dilatadas, prácticamente muriendo de hambre, porque la delgadez de su cuerpito dejaba sus huesos a la vista. Me quité la chalina que traía y envolví al hambriento gatito, mientras el desgraciado no paraba de jugar "michi" con mi cara. Lo llevé a donde estaba yendo, lo alimenté, lo abrigué y seguí permitiendo que juegue conmigo y me di cuenta, al levantarlo para ver si tenía pulgas, de que se trataba de una linda gatita. La observé con detenimiento y me enamoré de ella al instante. Sus ojos eran verdes, su pelaje era marroncito con negro y un poco de rubio, atigrado. Estaba muy sucia, extremadamente sucia y yo me llené de ira por la injusta condición en que la había encontrado, pero tenía que pensar en cómo hacer para conservarla, porque en mi casa me iban a botar con todo y gata. No lo iban a permitir.
Compré en un mercado cercano una bolsa de alimento para gatito, pedí otra bolsa un poco más grande y ahí metí mi chalina y a mi nueva amiga, con su bolsa de comida al lado y me subí al carro que me llevaría a mi casa. En todo el camino se durmió, agotada, y yo le rascaba suavemente la pancita mientras más de uno me miraba enternecido y me pedía permiso para tocarla un poco. Ella ni se inmutaba, estaba durmiendo de lo más tranquila. Así estuve todo el camino.
A medida que me acercaba a mi casa, mis nervios crecían porque no sabía cómo reaccionaría mi mamá, mi padrastro, mis hermanos. Ya estaba pensando en hacer un anuncio vía Facebook o Twitter o algo para darla en adopción, o dejarla en una veterinaria. Me puso triste pensar que nunca volvería a sentirme tan feliz después de haberla rescatado para darla en adopción, me parecía ridículo pero tenía que resignarme SI o SI, porque en el edificio lo menos que querían era una mascota. Llegué y ella de lo más tranquila sacó su cabecita por la bolsa, dándome un aspecto Paris Hilton con su perro en la cartera (ok, mi vecino me dijo eso y se burla de mí cada vez que lo recuerda). Subí las escaleras despacio con mi vecino al lado diciéndome "ya te cagaste, la van a mandar a chincha" y demás incoherencias que sólo incitaban en mí un deseo de asesinarlo y colgarlo de pelotas en un cable de alta tensión.
Abrí la puerta y estaba mi mamá. Vio a la gata y me dijo que salga y vuelva a entrar porque no podía creer lo que estaba viendo. Ok, cerré la puerta, volví a entrar y mi mamá me dijo "desapareces mañana ese gato". "Mañana" me pareció un tiempo prudente, porque ya eran como las nueve de la noche y hacerme "desaparecerlo ahora" se me iba a hacer imposible. Entré a mi cuarto y mi hermana también me botó. Salí a la sala y mi hermanito se sentó a mi lado a acariciar a la gata mientras sonreía, de lo más feliz y contento. Y ahí se me ocurrió la mejor idea de mis, en ese entonces, diecinueve años de existencia.
Al día siguiente era cumple de mi pequeño hermano, seis de Julio del 2009. Me levanté temprano, puse a la gata en una cajita de zapatos y le dije que no hiciera ruido, y ella me obedeció. Tapé la caja un poquito y entré al cuarto donde estaba mi hermanito, su papá y mi mamá. Grité ¡FELIZ CUMPLEAÑOS JORGITO! y abrí la caja. La gata sacó la cabecita, mi padrastro me miró como diciendo "tú estás bien huevona..." y mi mamá me abrió los ojos como diciendo "vete mierda o te saco la conchh...". Mi hermanito dio un gritito gay y se lanzó a la caja. Ambos padres se miraron y mi hermanito les jugó el sentimiento con su pregunta de "¿Puedo conservarlo? por fa, si si... ¿siiiii?". Sus caras eran de indecisión total, pues a él jamás le han negado nada en la vida (infeliz). Mi hermano agarró la caja, sacó a la flacucha gatita y se puso en modo veterinario, pidiendo (exigiendo) que le compren comida, que la bañen, que la cuiden. Papá y mamá me miraban, yo me encogí de hombros y me fui a trabajar, de lo más feliz.
Desde ese día han pasado ya tres años y ocho meses, a la gatita decidí ponerle de nombre "bolsa" en honor a su lugar de "nacimiento" pues para mí ella nació ese 5 de Julio. A los seis meses decidí operarla para evitar que sus hijos pasen por lo que ella pasó (no es por nada mamá, pero creo que de haber tenido hijos mi gata tú los hubieras matado a todos) y mi hermano decidió "devolvérmela" cuando se enteró de que la comida de gato costaba más de lo que le daban de propina en un mes, así que yo la mantengo hasta el día de hoy (bueno, ahora mi mamá la ama y también colabora para las galletas de gato). Y ahora que en casa solo vivimos mi hermana, mi cuñado y yo, ya mi gorda no tiene el miedo que le tenía a mi padrastro, que aprovechaba cualquier momento para meterle terror, o para llamarla "la hija no deseada". Mis mañanas son insufribles gracias a sus pelos y a mi alergia crónica combinada con mi asma, pero no hay duda de que mi cachorro de lince me alegra la vida. Les dejo tres fotos que resumen estos tres años a su lado.
*El día que la encontré, toda cochina y despeinada. Su cabeza era más grande que su cuerpo♥
*En drogas. El día que la operaron y le pusieron la anestesia.
*Qué rápido crecen. Todos la confunden con una gata preñada o con un cachorro de lince.