Hace varios años, mientras caminaba con mi papá por la cuadra catorce de la Arequipa (por donde está el Niza) vi algo que me dejó pensando. Era muy pequeña y aún no sabía muchas cosas, pero más o menos entendía lo que pasaba.
Habían unos chicos en bicicleta que reían y bromeaban sobre pasar por en medio de la berma central que, en ese momento, estaba siendo regada por esos aparatos automáticos. Yo le dije a mi papá: "Si pasan por ahí se van a mojar" y él sólo me sonrío. Mientras esperábamos un carro, yo seguía mirándolos. Ellos bromeaban y lanzaban "hurras" para el primero que se atreva, pues el agua estaba saliendo bastante fuerte y mojaba todo, hasta la pista. El resto de personas evitaba pasar por ahí y simplemente cruzaban para cualquiera de los lados de la avenida, porque lógicamente se iban a mojar.
La gente les miraba sorprendidos, y algunos curiosos hasta se quedaron parados a ver quién le iba primero. Al grito de ¡UNO, DOS TRES! se lanzaron los cinco muchachos y, mientras alzaban los brazos, cruzaban en bicicleta por en medio de la regadera. Llegaron a la otra cuadra completamente empapados y matándose de risa.
Cuando llegué a mi casa, dejé mis cosas y apurada fui a contarle a mi mamá. Ella ni me miró, seguía cocinando y, mientras probaba el aderezo de su arroz con pollo, me dijo: "Eso se llama vivir".
Habían unos chicos en bicicleta que reían y bromeaban sobre pasar por en medio de la berma central que, en ese momento, estaba siendo regada por esos aparatos automáticos. Yo le dije a mi papá: "Si pasan por ahí se van a mojar" y él sólo me sonrío. Mientras esperábamos un carro, yo seguía mirándolos. Ellos bromeaban y lanzaban "hurras" para el primero que se atreva, pues el agua estaba saliendo bastante fuerte y mojaba todo, hasta la pista. El resto de personas evitaba pasar por ahí y simplemente cruzaban para cualquiera de los lados de la avenida, porque lógicamente se iban a mojar.
La gente les miraba sorprendidos, y algunos curiosos hasta se quedaron parados a ver quién le iba primero. Al grito de ¡UNO, DOS TRES! se lanzaron los cinco muchachos y, mientras alzaban los brazos, cruzaban en bicicleta por en medio de la regadera. Llegaron a la otra cuadra completamente empapados y matándose de risa.
Cuando llegué a mi casa, dejé mis cosas y apurada fui a contarle a mi mamá. Ella ni me miró, seguía cocinando y, mientras probaba el aderezo de su arroz con pollo, me dijo: "Eso se llama vivir".