miércoles, 31 de octubre de 2012

riposa in pace, Carlos.

 Hoy me levanté un poco extrañada, todo el día he estado en otra. Hoy tuve un sueño rarísimo (para variar) que me dejó bastante pensativa, y estuve todo el día buscando en google qué significada soñar lo que soñé. No encontré lo que buscaba, pero una noción me dio, al menos, la página esta. Hoy soñé con don Carlos, un señor que falleció hace un año, y a quien, curiosamente, nunca en mi vida conocí

 Un buen amigo mío tuvo hasta hace poco una enamorada súper linda, se le notaba buena onda, y por el simple hecho de hacer feliz a mi amigo, la adopté como amiga mía. La agregué al facebook, y solamente la vi en persona una vez, y hablé por teléfono con ella también una vez, luego siempre fue virtual nuestra pequeña comunicación. Ella siempre colgaba fotos de su papá, de joven, de niño, con ella, etc, y cuando le pregunté a mi amigo si ya conocía al señor, a su suegro, supe que ella había perdido a su padre el año pasado; y hace poco menos de un mes, buscando en la web cosas X, me topé con el blog de ella, y ahí pude leer cómo ocurrió todo ese horrible día, me conmovió demasiado leer  cómo relataba cuando subía y bajaba por las escaleras, cuando tomaba su mano, su pulso, que lo vio morir. 

 En mi sueño estaba yo en una salita pequeña, en una casita bien acomodada y muy limpia, era su casa. Jugábamos monopolio en el suelo, y luego ella me dijo que tenía que vestirse porque vendría su papá y a él no le gustaba verla toda sucia jugando en el piso. "No entiendo" le dije, y ella solo me sonrió tiernamente y abrió sus ojazos de búho. Subió como una niña naturalmente alocada porque viene su papi, su héroe. Yo me paré y traté de acomodar las fichas, los billetes falsos y mi ropa arrugada, cuando sentí que movían el picaporte de la puerta principal, y luego, con débiles golpecitos, tocaban. Me acerqué y abrí, y me di con la sorpresa de que era el señor Carlos, muchos años más joven, pero era él. Me miró extrañado y me preguntó qué me pasaba, me preguntó si estaba bien y le dije que sí, me dio un abrazo fuerte y me preguntó por su bebé. Subí de inmediato a buscarla y ella me dio una grabadora de vídeo, y me dijo "Filma todo desde ahora, para que cuando se vuelva a ir no nos olvidemos" Así que agarré la vídeo grabadora y empecé a filmar. Ella se había puesto un vestido negro de flores y unos zapatos chatos, pero ya no parecía de la edad de ahora, era más chiquita, como de trece o catorce años. Me dijo "ponte esto" y me lanzó unas ropas negras. Bajó las escaleras corriendo, yo detrás, filmando. La filmé reencontrándose con su padre, en un abrazo infinito que nada podía romper, él la cargó, le dio vueltas y luego la bajó y nos dijo que comiéramos la comida china que había traído.

 Mientras almorzábamos (o cenábamos, no sé) Padre e hija conversaban de las cosas que habían pasado en todo este año, de lo bueno y lo malo. Yo dejé la grabadora en un punto fijo para que siguiera con su trabajo por sí sola mientras yo comía, y de vez en cuando participaba en la conversación. Fue muy rápido todo, terminamos y salimos a caminar, yo filmando y ellos hablando, tomados de la mano. Las calles estaban vacías y eran bastante raras, no parecíamos estar en Lima, ni en Perú. Seguimos caminando un largo tramo hasta llegar a un parque casi irreal, con cisnes, caballos blancos, pájaros. El dijo que se quedaba porque tenía cosas que hacer, ella lloró. Yo le dije que dejemos que su papá hiciera sus cosas tranquilo, que ya volvería, pero don Carlos me interrumpió con un movimiento negativo de cabeza. Ambas sabíamos que ya no volvería. Le pidió a su hija que estuviera feliz, que como ella misma escribió en su blog, en Abril de este año, la verdadera muerte es el olvido, y de alguna manera, ellos siempre estarían juntos. Nos tomó de la mano a las dos y nos dijo que había pasado el mejor momento de su vida, que nunca lo olvidáramos.

 Vimos como Don Carlos Caminaba tranquilo por el pasto verde, sin zapatos. Volteó sólo una vez y, sonriente, nos dijo adiós con la mano. Ella estaba más tranquila, de pronto la volví a ver grande, ya no como una niña. Dimos la vuelta y caminamos en dirección contraria, y de pronto toda la ciudad volvió a ser la ruidosa y gris Lima. Era la salida de un cementerio.

 Mientras caminábamos, abrí los ojos de golpe. Me faltó el aire. Cogí mi inhalador... uno... dos... y ya no dormí, estaba amaneciendo.

 Descanse en paz, señor Carlos. Aunque nunca lo haya conocido, hoy rezaré por usted.