A veces, en las noches cuando vuelvo a casa, veo un árbol y me pregunto cuántas palomas se habrán posado en él o cuántos hombres ebrios le habrán orinado encima. Cuántos insectos habrán comido sus hojas y cuántas personas agobiadas se habrán apoyado en él, buscando alivio. Me pregunto cuánta gente habrá escritos sus enamorados nombres en su cuerpo y cuántos perros le habrán cagado los pies. Me pregunto cuántas cosas habrá visto en su vida, cuántas parejas pelear, cuántas personas correr. Cuántos besos, cuántos abrazos y cuántas lágrimas.
Y no puedo evitar pensar en que, a pesar de haberlo visto, olido, sentido, sufrido todo, sigue y seguirá siendo un gran árbol.
*Texto de noviembre 2016