Las buenas y malas noticias son parte del día a día. A veces nos sorprenden cuando menos lo esperamos y, es ahí, cuando nos cuestionamos muchas cosas de la vida. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Es justo? Nadie sabe. Nadie realmente sabe. Pocos entienden la muerte como "el paso a mejor vida" o "el encuentro con Dios". Yo no lo entiendo así. Yo no creo en la vida después de la muerte.
Hace unas semanas, recibí la noticia de que una amiga mía había fallecido. Bueno fuera que la hubiera realmente recibido, como cuando te llaman y te lo dicen. No. Yo me enteré por las publicaciones de otras personas en su muro de Facebook. Era martes y el velorio se hizo a la medianoche en Surquillo, así que me reuní con Renzo y fuimos a darle el último adiós. Fue bonito ver a mis ex compañeros de Cibertec y recordar junto a ellos algunos pasajes de aquellos tiempos, cuando nos burlábamos de los wachiturros y molestábamos a la chata con esos bailes y música de moda.
Me acerqué a verle cuatro veces. Sé que no a muchos les gusta hacerlo, pero yo lo sentí como despedida. Ver por última vez su rostro maquillado y sus joyas. Su nariz bonita y sus uñas largas y pintaditas. Así era ella: toda una mona para la pintura y el peinado y esas cosas bonis de mujeres. Pensé muchas veces en que no era justo que, a su edad, le haya avanzado tanto el cáncer. "Nadie tiene la vida comprada" dicen... "Cuando te toca, te toca" dicen... Huevadas. Las palabras de consuelo, en esos momentos, no sirven de mucho. Ella era inteligente, bonita, desenvuelta y toda una wachiturra. Ella llegaba a su casa cuando salía el sol... Nada tiene sentido, nada es justo.
En pocos días, se cumple el primer mes de su muerte. Algunos harán sus vidas con normalidad; otros, tal vez vayan a la misa; los demás, puede ser que no lo recuerden. Irónicamente, ese día tengo un bautizo. Será extraño el pensar en la vida y la muerte al mismo tiempo. Será horrible recordar que, semanas antes de morir, me escribió al Facebook: "¿Y cuándo nos vemos? Quiero hablar contigo". No sabes cuánto me muero por hablar contigo en estos momentos, mientras nos reímos de alguien en la plaza de Barranco.
Me acerqué a verle cuatro veces. Sé que no a muchos les gusta hacerlo, pero yo lo sentí como despedida. Ver por última vez su rostro maquillado y sus joyas. Su nariz bonita y sus uñas largas y pintaditas. Así era ella: toda una mona para la pintura y el peinado y esas cosas bonis de mujeres. Pensé muchas veces en que no era justo que, a su edad, le haya avanzado tanto el cáncer. "Nadie tiene la vida comprada" dicen... "Cuando te toca, te toca" dicen... Huevadas. Las palabras de consuelo, en esos momentos, no sirven de mucho. Ella era inteligente, bonita, desenvuelta y toda una wachiturra. Ella llegaba a su casa cuando salía el sol... Nada tiene sentido, nada es justo.
En pocos días, se cumple el primer mes de su muerte. Algunos harán sus vidas con normalidad; otros, tal vez vayan a la misa; los demás, puede ser que no lo recuerden. Irónicamente, ese día tengo un bautizo. Será extraño el pensar en la vida y la muerte al mismo tiempo. Será horrible recordar que, semanas antes de morir, me escribió al Facebook: "¿Y cuándo nos vemos? Quiero hablar contigo". No sabes cuánto me muero por hablar contigo en estos momentos, mientras nos reímos de alguien en la plaza de Barranco.