lunes, 9 de diciembre de 2013

Chispitas en la panza

 Era mi primer día de clases en  Cibertec y yo sólo quería pasar desapercibida. Siempre he sido de esas personas que primero son caletas y después entran en confianza y pues lo demás ya lo saben: soy un locón. Bueno, esta vez quería ser diferente, quería -realmente- ser perfil bajo, al menos la primera semana. 

 En el camino (luego de escribir esta entrada), pensaba en todas las posibilidades de toparme con uno que otro indeseable (véase "gileo de primer ciclo que nunca llegó a nada más/ chica con la que me peleé en pleno salón/ zorras malhabladas/ profesores mañosos y horribles/ amixers que llegaban al salón con su Don omar a todo volúmen", ETC.). No quería asustarme más pero, cada paso que daba, sentía que se me iba el aire. Vi mi horario. Piso 6. Carajo, los ascensores estaban repletos. Decidí caminar. Primer indeseable: carajo por qué pasé por acá. Segundo indeseable: La ptm cómo no me voy a estudiar a Isil y los dejo de ver. Primer amigo: Hooola, por favor sácame de acá. Tercer indeseable: Maldita lisiada mírame bonito... Logré mi objetivo y alcancé el piso seis muriendo de asma. Era un poco tarde y, mientras esperaba que el profesor se dignara a dejarme pasar para poder refugiarme de todo lo que andaba suelto, eché un vistazo dentro del salón y le vi. Un chico normal, BASTANTE normal. Y hubiera sido extremadamente normal si no hubiera sentido un no sé qué; era, pues, el chico más lindo de todo el salón. Y me miraba. Y me asusté, porque soy una cojuda y me asusto cuando siento esas chispitas en la panza. Sentí chispitas, lo juro, y no tenía hambre.

 Me senté al medio, pasó todo lo que tenía que pasar cuando es el primer día, y me fui. En el camino pensé en él, pensé en que al día siguiente podría tal vez acercarme y hablarle, pero no fue así. Y no fue así NUNCA. Pasó el ciclo entero y jamás me atreví a siquiera saludarlo cuando me cruzaba con él en los pasillos. Eso fue triste.

 Lo alegre de esta historia es que, tiempo después, cuando ya ni estudiaba en cibertec, decidí agregarlo al facebook y empezar a conversar con él. Yo estaba con alguien más y ya ni me interesaba ni sentía cosquillas al verlo conectado. Desde hace un tiempo nos comunicamos casi a diario y él se ha convertido en un pata chévere con quien hacer hora me alegra un montón. Esta es una historia corta, pero la cuento porque fue la primera vez en años que sentí chispitas en la panza. Ahora, cuando le veo de vez en cuando, no siento ni chispitas ni mariposas, siento todo el parque de las leyendas. Alucina.