jueves, 27 de junio de 2013

Mi problema con las mujeres


 Año 1995. Estoy en el salón del nido, pegando bolitas de papel en un cartón para, posteriormente, entregárselo a la profesora y ganar así una estrella de las muchas que ya me habían dado; o sea, pan
comido. Una niña, a la que llamaremos margarita, observa detenidamente cada uno de mis movimientos, tal vez asombrada por mi entonces destreza para con las bolitas de papel, o tal vez solo celosa de que, minutos antes, la gorda profesora me haya manchado la cara a besos por motivos que mi memoria ha decidido borrar. Me dispongo a pararme de mi sillita azul con dirección al pupitre de la puerca maestra, cuando Margarita me mete un empujón y me manda a la mierda. Caletamente agarra mi trabajo y, mientras yo trataba inútilmente de pararme, ella se adelanta y le entrega a la profe mi cartón y mis bolas. No contenta con robarme mi estrella, voltea y me saca la lengua. 

Igualito
 Año 1997. Quiero hacer pichi. Los baños del Fanning están llenos y, misteriosamente, hay chicas grandotas, como de secundaria. Me parece raro que hayan dejado pasar a las chicas de secundaria al baño de segundo de primaria, pero no me quejo. Termino de mear, libero mi alma y salgo a lavarme las manos. Una chica que me doblaba el tamaño me dijo "¡Muévete, que no tengo todo el día!". Me muevo porque definitivamente Goliat no tiene todo el día y choco con el trasero de otra grandota que se había agachado a recoger algo. Me aprieta los cachetes mientras me gritonea cosas que no entiendo pero seguro es algo malo. Me empuja. Choco contra goliat; me vuelve a empujar. Me tienen de pelota. Se ríen; me pongo a llorar. Me botan del baño y se encierran a fumar weed -eso lo supe después cuando la auxiliar las sacó de los pelos y gritó "¡MARIHUANA! ¡NO SABEN NI LEER Y CON MARIHUANA!"-.

 Año 2000. Estoy jugando con una amiga a las rondas, en pleno salón y antes del recreo. Damos vueltas y vueltas y ya casi siento que me mareo. Nos detenemos un momento y se nos acerca Karina. Nos intenta dar la mano para unirse a nuestro juego y yo le digo "Tú no juegas" en uno de mis pequeños y escasos arranques de maldad colegial. Ella se va, le dice algo a la profesora y esta viene a separarnos mientras les grita a todas que se larguen al recreo, y a mí que me acerque. Me dice que decir esas cosas está mal y que cómo pude decirle a Karina que no "JODA". Me quedo sin lonchera y sin recreo, llorando en el rincón más forever alone del salón.

 Año 2003. Estoy en el gimnasio del colegio, sentada en el suelo y leyendo un libro. Me había escapado de clase de matemáticas y estaba esperando al profesor para decirle que me camufle en su próxima clase para que nadie me descubra. Entran unas chicas de cuarto o quinto, no recuerdo. Una de ellas me pregunta qué chucha hago ahí si yo soy de segundo y le respondo con una mirada nada más. Patea mi libro y me repite la pregunta con un tono más alzado de voz. Se caga de risa al ver mi libro en el piso y se va, caminando como puta escaldada.

 Otro día, ese mismo año, estoy en el segundo piso de los salones abandonados del colegio. Leo por enésima vez "la palabra del mudo" y, también por enésima vez, me había escapado de una de esas clases horribles que solía tener. Escucho ruidos raros. Me cago de miedo pero sigo fingiendo que nada me importa y continúo mi lectura: "Las decepciones, en general, nadie las aguanta, se echan al saco del olvido, se tergiversan sus causas, se convierten en motivo de irrisión y hasta en tema de composición literaria...". Otra vez ese ruido. Me paro, salgo del salón y camino hacia el de al lado. El ruido se hace más fuerte. Veo a dos chicas teniendo relaciones. Reconozco a una de ellas. Me quedo cojuda y luego corro. La conocida mía sale y me persigue. Me agarra, me tumba y me saca la mierda. Luego de meterme un puñete me amenaza por si se me ocurre abrir la boca. Voy a la enfermería y finjo haberme caído en el baño. La doctora sabe que soy una sana y que soy tan estúpidamente torpe, que me cree. Y se caga de risa en mi cara.

 Año 2004. Soy nueva en este salón. Entro y lo único vacío que veo es un asiento en la primera fila. Me siento y, a los dos segundos, me cae un papel en bolita. Escucho risas pero no hago nada, igual ya me habían dicho que por repitente me iba a ir a la tarde, y ya me habían advertido que turno tarde en el Fanning era el infierno. Estoy pasando las peores dos horas de mi vida, inmóvil en el asiento de adelante escuchando una clase de comunicación integral, hasta que por fin termina. Me levanto de mi asiento rumbo al baño y salgo del salón. Bajando las escaleras siento que me agarran del hombro y me dan la vuelta. Son cinco. Una de ellas dice: "Así que la nueva... Cuidadito con salirnos rebelde". Me cago de miedo y se me nota en la cara. La chica sonríe y me dice:  "Si no quieres que te molesten, puedes juntarte con nosotras". Consigo mis primeras amigas matonas del colegio.

 Ese año aprendo todo lo que puedo aprender de ellas. Descubro que no soy igual, que me gustan otras cosas y que nuestra forma de pensar no es afín, pero callo. No quiero perder a mis amigas. Me convierto en cómplice de sus escapes, les hago la tarea y las cubro cuando se tiran la pera. Aprendo a mentir. A cambio, ellas me cuidan y me enseñan a defenderme. Me enseñan a levantar la voz, a no quedarme callada. Me enseñan a ser segura de mí misma y me enseñan a pelear (a cocachos aprendí mi labor de colegial). En el fanning tu única labor de colegial era no morder el polvo al final del día.

 Año 2005. Con los nuevos conocimientos adquiridos en el turno tarde, regreso a la mañana. Busco a la chica que más bullying me hizo en toda mi etapa escolar y la encaro. Me ve y se caga de risa. Le hablo como nunca le hablé en su vida y abre los ojos como plato. Nos mechamos de manera épica en un rincón de su salón. Termino en la dirección, con un pedazo de cara en el suelo y un ojo colgando. Mentira, nunca tanto, solo moreteada y sin un poco de pelo. La sonrisa en mi rostro es única. No puedo ocultar mi enorme felicidad al saber que, a partir de hoy, nadie volverá a pasar por encima de mí. No mientras pueda defenderme.

***

 Desde épocas inmemorables, este pequeño ratón ha sido víctima del maltrato femenino. Seguro porque desde chiquita siempre fui muy sumisa y tranquila, o porque todas a mi alrededor siempre crecieron más rápido que yo. Jamás me sentí parte de ningún grupo de chica en particular, siempre fui "pulseando" grupo por grupo, buscando algo para tener en común y que realmente me gustase. No lo encontré. Hasta ahora creo que no lo he encontrado, porque las pocas amigas que tengo son muy distintas a mí. Una vez más, les agradezco en el alma a todas esas chicas del Fanning, porque sin ellas y sin sus maltratos, jamás hubiera podido construir esta personalidad que tengo ahora. A ellas, un fuerte abrazo y una nalgada.