domingo, 1 de julio de 2012

Mi verdadero cumpleaños.

 Hoy es mi cumpleaños, oficialmente tengo veintidós años.Tuve un día de mierda por razones que no quiero comentar en estos momentos (en realidad me castigaron) pero gracias a un comentario de mi papá (con quien cené hace un rato) decidí darme un tiempo para escribir esta entrada, en la soledad de mi cuarto y con la barriga llena. Hoy mi papá, al verme, me dijo algo inusual: "Feliz verdadero cumpleaños"  

 Yo nací un domingo primero de Julio (sí, exactamente un día como hoy) en pleno mundial Italia '90. La verdad no me acuerdo un carajo, pero sé, gracias a los cuentos de mi madre, que empecé a joder desde muy temprano, mientras mi papi miraba el partido. Ella daba vueltas como una loca desesperada, pasaba entre la tele y mi papá, se revolcaba en la cama, gritaba improperios y rogaba para ser llevada a la clínica. César no hacía caso. Cuando mi mamá no pudo más con el dolor, empezó a desesperarse y por fin fue atendida por  mi padre, mientras él decía algo así como: "carajo, mi partido".


 Salí del interior de mi madre más o menos (en realidad creo) a las siete y media de la noche. Sé que fue muy doloroso, imagino el derramamiento de sangre, el cordón umbilical, mi llanto de ¡¡ESTOY VIVA CARAJO!! y más detalles que no valen la pena relatar (vamos, todos hemos pasado por eso) En fin, salí al mundo y fui llevada por las enfermeras para proceder a acicalarme. Hasta ahí todo "normal".


 El tiempo fue pasando, recuerdo poquísimo de la vida con mi papá, recuerdo muebles amarillos en la casa, una caída que me ocasionó una cicatriz en la frente que tengo hasta ahora, sus abrazos y besos antes de dormir, ver todo más paja desde las alturas cuando me cargaba en sus hombros mientras yo moría de miedo pensando que me iba a caer o mi cabecita iba a chocar con el techo. Recuerdo mis muñecos de Bebé Sinclair y recuerdo también bañarme en mi tina celeste, calata y gorda, y jugar con todos ellos a que se ahogaban. Recuerdo a mi abuelo, siempre me traía juguetes, recuerdo a mi vecina que era gorda y rompió mi primer triciclo. Recuerdo a peluchín, un perro negro con ojos azules que a veces me daba miedo, pero otras veces parecía bastante amigable, recuerdo las flores de mi mamá y me recuerdo buscando chanchitos en la tierra de las macetas. En realidad recuerdo bastante para haber pasado solamente dos años de mi vida con mi papá. Pero no recuerdo cómo ni cuándo todo eso se acabó, solo me recuerdo a mí siendo llevada por mi mamá y diciendo "adiós" con la mano. De pronto ya mi papá no estaba conmigo, y en cambio, tenía a la nueva pareja de mi mami, comprándome gaseosas y galletas de soda para ganarse mi cariño. ¿Quién iba a pensar que no se ganaría siquiera un poquito si no hasta después de casi veinte años?. 


 No volví a ver a mi papá si no hasta 1996, (y si lo vi antes no me acuerdo) cuando yo estaba en primero de primaria, y estudiaba en un colegio del callao. Estaba sentada al costado de David, un niñito con el cual me molestaban porque siempre me tomaba de la mano, me daba besos en la mejilla, y cuando yo llegaba al colegio se alegraba como si verme fuera lo mejor de su vida. Ah, y me regalaba toda su lonchera. UN MOMENTO: ¡¿Dónde está este niño?! creo que es mi verdadero amor, lo buscaré incansablemente, ya nadie hace eso por mí. En fin, estábamos haciendo palitos en el cuaderno, palitos de colores, cuando vi a una cara familiar asomarse por la ventanita y preguntar por mí. David soltó mi mano (que tenía agarrada por debajo de la mesa, ¡¡pequeño pillín!!) y yo me paré y me arreglé el uniforme. Le pedí amablemente a la profegorda que me dejara salir y ella aceptó. Salí y mi papi me dio el beso más emotivo que cualquier enamorado me pudo haber dado, el abrazo más fuerte que hasta ahora no he vuelto a sentir si no de sus propios brazos y me cargó, como antes, me cargó y me dijo "Hijita, te extrañé mucho. Te amo con todo mi corazón". Lo único que le pude preguntar, en mis escasos cinco años y medio fue "¿Dónde te habías ido? ¿De viaje?" y él empezó a llorar. Le besé la cara y le sequé las lágrimas, mientras le decía que no tenía que llorar, porque ya era un niño grande. Me bajó a la realidad, a la tierra mojada por la lluvia y me dijo "nos vemos pronto ¿ya mi amor?" y yo solo dije que sí. Regresé a mi salón, me senté, y volví a tomar a David de la mano. Y no recuerdo nada más.


 Me cambiaron de colegio, me fui al Fanning, que quedaba más cerca de mi casa. Veía a mi papá más seguido, porque mi hermana mayor me llevaba a su casa (que quedaba cerca a la mía). En 1997 nació mi hermano, y en el 98 mi hermana, mis visitas a la casa Cox se hacían más frecuentes y crecía el vínculo afectivo con mi papá. Íbamos a los juegos, a comer, de paseo, un sinfín de cosas que nos unían cada día más. Terminé la primaria y llegó el día de mi promoción, y él no estuvo conmigo por obvias razones: mi mamá no quería, porque le parecía muy incómodo, y él aceptó esa decisión y no fue. En cambio tuve al padrastro, bailando con una Fiorella que no quería bailar, y que no quería que le tomasen fotos porque no era él con quien yo quería bailar ni tomarme fotos. 


 Es todo lo que recuerdo de mi infancia, ya luego empecé la secundaria, la rebeldía, las salidas con amigas, los paseos con amigos, mi primer enamorado, mi propia vida y ya no iba tan seguido donde mi papá, pero él siempre me llamaba y me decía "Te extraño". Me fui de viaje en 4to de secundaria y él estuvo ahí para embarcarme en el bus, rezando para que no me pase nada, cumplí diecisiete y él me llevó a la marina a sacar mi carnet militar. Él me llevo a sacar mi DNI y por su culpa y sus chistes de mal gusto salgo con semejante cara de culo en la foto, pero no me importa. Mi papá me explicó muchas cosas que ahora entiendo, muchas cosas que me han servido en estos mis veintidós años. Él fue quien, con lágrimas en los ojos, me pidió que por favor no sea como él, que no me diera por vencida y que no me conforme. Es él, quien a sus 50 años, aún parece un chibolo de 18, cuando nos juntamos a hablar huevadas de la vida y nos reímos de todo, a carcajadas y prácticamente hasta llorar. Es él quien cuando se emborracha, en lugar de ponerse cargoso y jodido, es de la putamadre, quien baila la salsa con ese sabor propio mezcla de La victoria y la avenida Grau, y quien fuma como chino porque dice que su organismo "ya se ha acostumbrado". Y es él, quien hasta ahora, me da los abrazos y los besos más ricos que cualquiera, a pesar de que cada vez son más débiles.



Me importa un carajo mi cumpleaños, esto es para ti. Gracias papá.